Antes te fiabas de El Caserío. Hoy no te puedes fiar ni de Facebook. Todos somos sospechosos de alguna cosa para los malpensados, la información es una mercancía codiciada por los poderosos y la preciosa intimidad que nos defendía de los colectivistas ya no es lo que era. Nos manipulan de manera tan sofisticada que ni los más listos se enteran del enredo en el que nos hemos metido. Se controla a las masas a través de las redes sociales y todo se automatiza, deshumaniza e independiza. Podemos tomarnos un Val tonic para desinhibirnos, estar poseídos por el espíritu de Willy Toledo (salvad a Willy) o inyectarnos el odio, tan adictivo, directamente en vena. Estamos borrachos de Ginebra y hasta Napoleón, si viviera, se llegaría a creer Puigdemont. El mundo está loco y el cuerdo no está de acuerdo con tanta propaganda sutil y machacona que nos imbuye de valores que solo a unos pocos interesan. Si esos valores suben, unos cuantos jetas podrán enriquecerse sin escrúpulos a costa de la miseria ajena. No os lo creáis todo. Creed en lo que vale la pena. Lo que nos hace mejores. Lo que nos llena por dentro. ¡Qué bonita es la paz interior!
Seres infrahumanos pintarrajean monumentos prehistóricos. También asesinan niños, explotan a mujeres y a hombres indefensos, bombardean ciudades... no nacemos humanos. Nos hacemos humanos o bestiales con el transcurrir del tiempo. A veces, convivimos sin sospechar los peligros que corremos.