Hace un millón ochocientos mil años vivió, en el África subsahariana, el Homo habilis, era un homínido capaz de fabricar sencillas herramientas de piedra, pero incapaz de dominar el fuego, entre otras cosas porque poseía un lenguaje muy rústico que no iba más allá de unos cuantos gritos guturales. Pero la cosa avanza para todos, menos para los creacionistas y el público de «Mujeres, Hombres y Viceversa», y hace unos ochocientos mil años, en unos valles próximos al mar Muerto, los Homo ergaster y los Homo erectus ya poseían un leguaje lo suficientemente complejo como para trasmitir, de generación en generación, el secreto del fuego. Como le pide el rey mono Louie a Mowgli en el «Libro de la Selva», con una canción embaucadora que hechiza al entrañable oso Baloo (ya me he vuelto a ir por las ramas, como me lea un psicólogo becario me pone la etiqueta de déficit de atención, rollo TDAH, en cero coma cero segundos).
BIEN, QUERIDOS LECTORES, viendo el comportamiento de algunos elementos hasta Darwin matizaría su evolución de la especies. Porque cientos de miles de años después algunos siguen atacando la libertad de expresión, y amenazando a los que quieren usar el lenguaje para ejercer su derecho a opinar sobre lo que les salga de las narices. A estos seres les hubiera encantado que nos hubiéramos quedado con unos cuantos grititos guturales y ya está, como los ultras de cualquier equipo de futbol.
No sé si les pasa a ustedes, pero empiezo a estar muy hartito de la proliferación exponencial de los clubes de los ofendidos. Personas que se mosquean por todo y se escandalizan con cualquier cosa, son cansinos, pesados y un auténtico latazo.
NO AGUANTAN un chiste, una letra de una canción, una frase o una palabra que según ellos atente contra su honor, están llenos de prejuicios y mala leche. No dejan de señalar y presionar para que se multe, o encarcele, a cualquiera que suelte algo que a ellos les pueda incomodar. Son como una moderna Inquisición, parte de la herencia de «eme punto Rajoy» y su banda. Y ahí están golpeando con su Ley Mordaza y encarcelando a los raperos Valtonyc, Pablo Hasel, y multando a decenas de periodistas, humoristas, actores, tuiteros, etc, a pesar de las denuncias acumuladas de Amnistía Internacional. El currículum del glamoroso ministro Grande-Marlaska no nos hace pensar que tan antidemocrática ley vaya a ser derogada.
HITLER Y STALIN no tenían problemas con la libertad de expresión, siempre y cuando se usara para alabar sus sanguinarios actos, si se te ocurría contradecirles acababas en una cámara de gas, o perdiendo las extremidades por congelación en un gulag de Siberia. Si mandas mensajes vacuos envueltos en buenrollismo nauseabundo, y realizar genuflexiones con el lenguaje, para que nadie se enfade, puedes estar tranquilo, el sistema no ira contra ti. Serás un sosoman que dice muchas cosas, pero que no aporta nada. Vamos, que serás más aburrido que leerse el manual de instrucciones de un exprimidor de naranjas.
Para proteger de forma radical la libertad de expresión tenemos que aprender a convivir con opiniones que no compartimos, que nos chirrían, e incluso que nos soliviantan. Porque la libertad de expresión también es el derecho a hacernos los sordos, a que nadie nos obligue a escuchar lo que no queremos, y al mismo tiempo a poder decir lo que salga de nuestra cabeza sin miedo. Así que somos libres para leer, o ignorar, artículos como este. Feliz jueves, y que el espíritu de Baloo les acompañe.