Aunque la canción de Luis Eduardo Aute afirmaba que es más fácil encontrar rosas en el mar que un bello amor sin un final, lo que en realidad es más fácil encontrar en el mar es basura. Y es que lo del mar y los lances románticos o de aventuras tiene mucha historia, y en los cómics de otros tiempos no había náufrago en una islita con un cocotero que no lanzara al mar un mensaje en una botella. De hecho, la canción «Message in a bottle», de Police, llega a afirmar: «I saw a hundred billion bottles washed up on the shore» («Vi cien billones de botellas echadas por el mar»). Seguramente se refiere a botellas de plástico, porque como es sabido el plástico no se biodegrada y puede durar muchísimos años. Las bolitas de plástico y sobre todo las bolsas pueden causar estrago entre los peces que las ingieren y mueren a causa de trastornos digestivos; las redes de pesca perdidas atrapan a delfines, tortugas marinas, tiburones y hasta cangrejos; los desechos son variopintos; globos, boyas, cuerdas, encendedores, zapatillas, patos de goma, latas de bebidas y un ochenta por ciento de plásticos. Las basuras son arrastradas y se concentran en puntos donde los vientos son más débiles, como la gran mancha de basura del Pacífico, que contiene más de tres millones de toneladas de plástico y es más grande que el Perú. De hecho el náufrago José Salvador Alvarenga, que sobrevivió 438 días en el mar, dijo que recogía agua de lluvia en envases de plástico que encontraba flotando en el océano.
Lo de que el mar eche residuos no es, sin embargo, nada nuevo. Mi madre decía, cuando algo resultaba desagradable o peligroso: «Sembla cosa que la mar ha tret». Incluso lo decía de alguien que era feo con ganas. Matías Quetglas esculpió una enorme cabeza de fresno a partir de un tronco que el mar arrojó a la playa. Los surrealistas, que eran amantes de fabricar objetos artísticos, podían aprovechar muchos de estos residuos. Y ahora que me acuerdo, mi madre también decía, acerca de los restos que a veces encontraba por la calle: «No ho toquis, que era d'un mort». Y yo me figuraba que los muertos, que entonces eran transportados a hombros en un ataúd, iban echando desperdicios para poder reencontrar el camino de regreso desde el más allá. Pero, como vemos, lo de la basura en el mar es mucho menos fantástico que todo eso, sobre todo cuando se produce un vertido de petróleo desde un buque o una plataforma, y contribuye a acortar la vida humana, animal y vegetal en nuestro planeta.