Reino Unido afronta hoy un día crítico para su futuro. Y para el nuestro. El Parlamento británico tiene en su orden del día el llamado Meaningful vote, la votación definitiva sobre el acuerdo con la Unión Europea para dejar el club, el brexit. Será a las 8 de la tarde, hora española. Una decisión trascendental e histórica con la que se debe atender, o no, el mandato de las urnas, la salida elegida por los ciudadanos en el referéndum de 2016. No sabemos qué pasaría si se repitiera ahora, cuántos de aquellos que votaron ufanos pensando que irse de la UE era como dejar el gimnasio repetirían la hazaña. Lo que sí sabemos es que el divorcio puede salir caro o muy caro para todos, especialmente para una región turística como la nuestra, además de ser un duro golpe para la comunidad europea.
Se habla mucho de los efectos sobre la principal industria, el turismo, y de las garantías recíprocas de los derechos de que gozan expatriados de uno y otro país. Pero otra cuestión me parece alarmante y hasta diciembre no se empezó a hablar de ella: la posibilidad de que ni Iberia ni Vueling, ambas pertenecientes a International Airlines Group (IAG), puedan operar vuelos intercomunitarios si se produce un brexit duro, desordenado, ya que su capital es mayoritariamente británico. La Comisión Europea ha dicho que daría un año para mantener los derechos de tráfico, eso sí, de un aeropuerto en Reino Unido a uno español, no para vuelos domésticos como los que unen por ejemplo Menorca y Barcelona. El mundo de la aviación está amenazado, y con él, las islas nos lo jugamos todo. Sería una tragedia quedar aislados por el lío que se avecina en el transporte aéreo y parece que se habla poco de esas consecuencias. IAG está haciendo valer la españolidad de su sede social en Madrid; alega también que está controlada por El Corte Inglés, pero no faltan presiones para que quede excluida del reparto del pastel. Mientras tanto ¿quién levanta la voz ante Bruselas por los que podríamos quedar aislados el 30 de marzo?