Ya va para veinte días y aún no hemos conseguido olvidarle; a este paso no le olvidaremos nunca, como quiere la expresión que asegura que nadie muere mientras pervive en la memoria de sus amigos. Me estoy refiriendo a la muerte de Bosco Marquès, que fue director del diario MENORCA, subdirector de «Diario de Mallorca» y coordinador de la edición menorquina de «Última Hora». Lo de los veinte días viene a cuento del refrán que asegura que muerto el hombre más celebrado, a los diez días, olvidado. Pues no, por lo visto los refranes también se equivocan. Sin embargo, no quise dedicarle un comentario inmediato, en seguida después de su muerte, por esta misma razón, porque cuando fallece alguien conocido llueven panegíricos y glosas del tipo qué-bueno-era, como si hubiéramos de esperar a la muerte para acordarnos del personaje, o para poner el respeto que le debemos en su sitio. Ya ven, a veces somos tan crueles que no reconocemos la valía de un artista hasta después de su muerte, o no sabemos decirle a un amigo que le queríamos hasta que ya no estamos a tiempo. Y menos mal que los refranes y otras observaciones populares se equivocan, de otro modo no seríamos nadie.
Sí, también suele decirse que «no somos nada» cuando alguien próximo se nos muere, «cuando un amigo se va», cuando se nos muere «como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto queríamos», cuando Jorge Manrique compone las coplas a la muerte de su padre; no somos nada y hay que aprovechar el momento, porque totes ses deixades són perdudes. No somos nada, pero somos un poco tontos, porque todos vivimos como si fuéramos eternos, pese a que sabemos que no en quedarà cap per llavor. Conocí a Bosco Marquès en el colegio. Siempre risueño, siempre respetuoso, tenía el pelo rubio, con grandes bucles como el vellocino del carnero de oro de la mitología griega. Era un chico delgado, yo creo que lo éramos casi todos en los años cincuenta, y hasta creo que todos éramos enfermizos, pero él parecía tener los párpados gruesos, los ojos llenos de sueños por realizar. Cuando yo quería ser escritor él quiso ser periodista y marchó a estudiar a la escuela de periodismo, de la que salió preparado para alcanzar las mejores metas profesionales que se le ofrecían en «nuestra tierra». Lo he puesto entre comillas porque la tierra, como la vida, tampoco es nuestra. Lo dice Denys Finch Hatton en la película que se rodó a partir del libro de Isak Dinesen, titulada Memorias de África: «No somos dueños aquí, estamos de paso».