En Alaior se ha hecho una consulta popular, que ha acabado como el rosario de la aurora. La ha organizado la oposición y la ha rechazado de plano y «por ilegal» el equipo de gobierno. También Pedro Sánchez consultó a las bases socialistas si debía ir adelante el preacuerdo con el socio bolivariano. Aparentemente son ejercicios de democracia directa, todos votan y todos deciden.
En el caso de Alaior, el alcalde José Luis Benejam tuvo la oportunidad de convertirlo en referéndum, organizado por el Ayuntamiento y con resultado vinculante para la decisión municipal. Sabe que con probabilidad ganaría la opción de La Salle y que ello retrasaría la construcción del nuevo centro de salud. Habría que comprar el edificio, desbrozar la vía burocrática y todo ello supondría una dilación que agregar a a la demora acumulada.
¿Basta la democracia representativa para tomar estas decisiones o según qué cuestiones deben consultarse al vecindario? Conozco casos de municipios pequeños donde el alcalde convocaba a concejo a los vecinos los domingos cuando habían de tomarse decisiones de cierto calado para el futuro municipal.
El pueblo no llegaba a los 300 habitantes, se reunían y decidían levantando la mano. No es el caso de Alaior, donde la aparente democracia directa, incluso la buena intención -si la hubiere- de que los vecinos a partir de los 16 años votan, lleva al equívoco de que 500 personas puedan decidir por 9.000.
Someter a votación popular los grandes asuntos municipales con los pros y contras bien expuestos -dónde construir el centro sanitario es buen ejemplo- constituye una asignatura pendiente.
Lo de Pedro Sánchez es distinto, transmite la búsqueda de una legitimidad que ya tiene como líder del partido y como candidato más votado. Me parece más onanismo democrático que democracia directa.