Fueron 532 días. 12.768 horas. 766.080 minutos. 45.964.800 segundos. Esta última cifra es una burrada tan grande que incluso cuesta leerla sin equivocarse. Imagínate contarla. O vivirla. O sobrevivirla. Los 532 días fue el tiempo que estuvo secuestrado José Antonio Ortega Lara a manos de la banda terrorista ETA –los malos, ¿te acuerdas? - entre 1996 y 1997 en un zulo de unos 3 metros de largo por 2,5 metros de ancho y 1,8 metros de alto. ¿Hablamos de lo que es estar harto de estar encerrado? Apenas llevamos una semana de confinamiento y entiendo el desánimo. No estamos acostumbrados a no poder hacer lo que nos apetezca y cuando nos apetezca, somos la ‘zoociedad' del inmediato y eso significa que la mecha de la paciencia la solemos tener muy corta, inversamente proporcional a la de la imaginación, que estos días arde sin control por las redes sociales. Y qué suerte… Algunos tenemos suerte y el trabajo nos permite salir unas horas de casa para mantener una normalidad que es relativa y que se diluye a medida que avanza la tarde.
Estamos hartos, lo entiendo, y más hartos que estaremos a medida que la primavera –que por cierto ya ha llegado- vaya regalándonos jornadas de sol y buen clima que, por otro lado, ayudarán a matar ‘el Bicho'. Entonces deberemos doblar las dosis de paciencia y de responsabilidad por igual. Porque está muriendo gente. Sí, personas como tú y como yo al que todo esto se ha llevado por delante independientemente del grado de irresponsabilidad asumido por cada uno.
¿Somos realistas? Tampoco estamos tan jodidos. Estamos encerrados en nuestra casa, con nuestras cosas y con una libertad de movimiento que les ha permitido a algunos, los más motivados que recuerdo, llegar a correr varios kilómetros exprimiendo la imaginación y la fortaleza mental. Jugamos a la consola, leemos, nos comunicamos con quién queremos con darle un poco a la tecla. Y sino, podemos cocinar, limpiar, soñar, imaginar y desestresarse a golpe de cadera los que pasan el encierro acompañados. Para qué negarlo, ¿no?
Estamos condenados a entendernos. No con las personas que podamos tener al lado, sino primero con nosotros mismos. Entender que el esfuerzo que llevamos hecho ha sido duro, aunque quede lejos de los más de 45 millones de segundos que te comentaba al principio, pero que todavía será más duro el que queda por hacer. Y valdrá la pena, te lo aseguro. Saldremos de esta.
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