Ahora que no nos escucha nadie, he de comunicarle una mala noticia: quieren convertirle en una marioneta. ¡Pero no se alarme! Lo somos, en mayor o menor medida, todos. Me enteré hace ya mucho, un poco tarde y, por tanto, mal. Descubrí, por ejemplo, que los partidos políticos, ante determinadas circunstancias, elaboraban lo que daban en denominar «argumentario». Según la RAE, se trata de un «conjunto de argumentos destinados principalmente a defender una opinión política determinada». En román paladino: ante una coyuntura específica, se elabora una frase que los dirigentes destacados de esa formación han de repetir hasta la saciedad, aunque no venga a cuento, cuando sean preguntados o aparezcan en programas de televisión (esa televisión tan generosamente socorrida en plena pandemia). Así, la idea que se anhela transmitir, a fuerza de iterada, penetra en las mentes de los ciudadanos, tornándose en ‘verdad' y creando un estado de opinión. La susodicha frase ha de meterse, aunque sea con calzador, en toda intervención pública. Cuando el Partido Popular se negó a votar a favor de una prórroga del estado de alarma, el argumentario del Gobierno consistió en señalar que el PSOE quería salvar vidas y el PP lo contrario. Durante varias jornadas esa mentira, indudablemente malévola, fue formulada, con leves variaciones, por ministros, portavoces, etc. El PP hubiera hecho, probablemente, lo mismo si los papeles se hubieran intercambiado. ¡País! Pero molesta que esos borregos que no hacen sino redundar en lo que emana de la voz de su amo, nos tomen por tontos o, sí, por marionetas… ¿Lo ve? Hay, sin embargo, ante esto, vacunas: la del análisis, la de la cultura, la de la inteligencia… Esas virtudes que, ¡natural!, no suelen tenerse muy en cuenta en los planes educativos. No vaya a ser que a la ciudadanía del futuro le dé por pensar… Virtudes que cortan los hilos del muñeco con respecto al manipulador, devolviéndole su condición de ciudadano (y perdone la reiteración del término) y quebrando su inconsciente esclavitud…
¿Qué quiere que le diga? A esas alturas uno no está para bailar al son de quien toque la gaita, sea el músico de izquierdas o de derechas ya que, como diría Jorge Manrique, «allegados son iguales»…
Existen, también, variantes. Cuando oigo hablar a mi amigo Sexto, oigo a La Sexta. Sus opiniones son fiel reproducción de sus telediarios. Otro tanto ocurre con Mauricio, que repite, con memoria fotográfica, diariamente, los contenidos de los informativos de Trece Televisión… De ahí la importancia que, para las clases dirigentes, tienen los medios de comunicación y un sistema educativo que rehuya lo que induzca al pensamiento propio, libre y bien argumentado…
¡Qué triste!
Permítame que final y modestamente, le recomiende que compare… Compare titulares, compare artículos de opinión, compare informativos y medite, para llegar al argumento que brota de otra voz: la suya. Aunque, al hacerlo, se convierta en un ente peligroso. Un ente metido a paradigma. ¡Dios! ¡Si las marionetas dejarán de serlo y recobrarán un salvador libre albedrío! Tal vez sus señorías tendrían entonces los días contados, por lo menos las actuales, cuya categoría humana y de gestión es, a todas luces, manifiestamente mejorable… ¿Se apunta? ¿Nos apuntamos?
Y un pequeño consejo personal: dé preferencia a la prensa escrita. No es pasajera, no es volátil, permanece y, al permanecer, facilita la introspección, la disección, el análisis… Tres magníficos caminos, porque los tres conducen hacia la verdad…
Y ahora le dejo. He de tomarme un cafetito con Sexto y con Mauricio, en la esperanza de que no se tiren los trastos a la cabeza. Así me enteraré de las noticias de La Sexta, sí, y de Trece Televisión. Procuraré calmar los ánimos y no volverme, a la par, esquizofrénico. Tal vez incluso intente (con ilusiones no muy bien fundamentadas) cortarles sus hilos, sus cordones umbilicales, para que recobren voz propia, para disgusto (¡qué gozada!) del prestidigitador