Cinco pasajeros del buque de la Trasmediterránea que cubre la ruta entre Maó y Barcelona salvaron la vida a uno de sus tripulantes. Sucedió el pasado día 16 cuando el marinero sufrió una parada cardiorrespiratoria un poco antes de llegar a puerto. Tuvo la suerte de que en ese trayecto viajaran médicos, que le recuperaron y mantuvieron con un hilo de vida hasta tocar tierra y poder ser trasladado a un hospital.
El mismo percance podría haber tenido un desenlace desgraciado si ese viaje no hubiera tenido lugar en agosto, sino en un mes de la temporada baja, cuando las probabilidades de coincidir con cinco galenos de distintos hospitales en un barco desde Menorca es desde luego mucho menor, una carambola. Volvió a nacer.
La historia está perfectamente narrada por una de las doctoras que intervino en un vídeo que ella mismo grabó y dio a conocer, incrédula ante la situación vivida, ya que en un barco en el que pueden viajar 1.250 personas no se halló el material sanitario necesario, solo una caja vacía, ante el nerviosismo del resto de trabajadores que veían grave a su compañero. 35 minutos de maniobras de reanimación con un resucitador manual y el aviso a los servicios de emergencia en el puerto permitieron que el tripulante se salvara.
La compañía ni informó a los médicos del estado posterior del paciente, la doctora se enteró por la televisión y eso que formuló la queja pertinente a través de un tuit privado a la empresa. La regulación del uso de desfibriladores fuera del ámbito sanitario corresponde a las comunidades autónomas; el conocimiento de maniobras de reanimación y disponer de estos aparatos evitan numerosas muertes súbitas, cada año se calcula que hay unas 30.000 en España. Es incomprensible que en una larga travesía marítima no se disponga de material y un protocolo claro de respuesta ante una emergencia de este tipo. La naviera afirma que ha abierto una investigación, debería hacer públicos los resultados.