El proceso de vacunación contra la covid-19 no es fácil, a un ritmo demasiado lento en los inicios, cuando se le ha imprimido más velocidad entonces han sido los problemas de producción de la farmacéutica Pfizer los que han entorpecido el avance de la inmunización. No solo en Menorca sino en todo el país al escepticismo inicial le ha seguido una tremenda avidez por lograr inocularse; al final parece que acabaremos a bofetadas por la vacuna. Mientras faltaban dosis para sanitarios de primera línea –el mismo coordinador de la campaña explicó que algunos estaban en espera por ese recorte en la fabricación–, el equipo directivo del hospital Mateu Orfila se vacunaba en los primeros días de la fase dedicada a los que más se exponen al virus. Acción justificada desde el IB-Salut pero poco estética, podían haber completado el censo de profesionales que la requieren antes y esperar. Un ejemplo, en el hospital Can Misses de Eivissa los directivos han decidido aguardar turno. Y cómo no, ahora que hay vacuna ya comienza a ponerse en marcha la pillería, el amiguismo, el saltarse la cola y el sálvese quien pueda de la nueva peste.
Uno recibe en su teléfono el SMS que facilita apuntarse a la vacunación, sabe que no le corresponde, porque no es un sanitario en activo, no se expone más que cualquier otro ciudadano o trabajador de numerosos servicios que siguen al pie del cañón, pero piensa que se lo merece y se cuela. En Menorca son pocos casos, al menos de los que se ha informado, cinco listos que han recibido su primera dosis mientras otros que la necesitan más siguen aguardando. Lamentable, egoísta e insolidario. Esto no es como subirse en el metro en hora punta e intentar pillar asiento. El Área de Salud no debería dar carpetazo al asunto sino actuar con transparencia, llegar al fondo, averiguar qué ha pasado y decidir si administrará la segunda dosis a los aprovechados. Si desde el punto de vista médico eso es lo conveniente, la pregunta es ¿les va a salir gratis?