Última noticia. Hemos vencido a la covid-19. El virus, en cuestión, se ha muerto gracias a la infalible decisión del Ayuntamiento de Palma de quitarle las calles dedicadas a tres almirantes por franquistas. Se ha muerto de la risa, claro. El ridículo de Cort ha sido mayúsculo, aunque ahora lo quieran camuflar con excusas y apreciaciones, e instiguen a sus cachorros a ladrar por las redes sociales para disimular el papelón para cualquier incrédulo que se burle de la estampa.
La decisión, como cualquiera de esta índole, ha destapado un importante cruce de palabras y palabros entre unos y otros decidiendo quién tiene razón, quién se equivoca y, a ratos, quién la tiene más grande. La razón, claro. Y no deja de ser una noticia que tendría que pasar desapercibida entre la infinidad de cosas más importantes y que afectan mucho más a los ciudadanos de Palma que ir cambiando nombres de calles.
Al margen de que los almirantes castigados «por franquistas» la diñasen algún que otro siglo antes de que Franco tuviera siquiera uso de la sinrazón para instigar su movimiento y posterior dictadura, la decisión del Consistorio palmesano sirve para poco. Porque, como en otros muchos casos, la polémica se ha creado de la nada y para nada. O como cortina de humo para tapar, precisamente, la nada.
Que sí, que es muy importante hacer justicia para con la memoria de las personas afectadas por el franquismo y cualquier tipo de represión, pero tampoco hace falta inventarse cosas para justificarse. Porque hay un importante número de gente que cree en hechos sin que necesariamente sean ciertos. Si lo necesita, se las inventa, y se desgañita convenciendo a los suyos de que son verdad y, además, «franquistas».
Porque, como ya te he comentado alguna vez, en los días que corren ha cobrado más importancia demostrar que estás convencido de que tienes razón en lo que predicas que tenerla. La verdad está prostituida y su importancia, ninguneada.
Como seguir vomitando que el objetivo es que para la temporada turística se haya vacunado a un 70 por ciento de personas, cuando los cálculos matemáticos hablan de que faltan casi 2 años para lograrlo. Y, en Semana Santa, no se vacuna que es festivo.
Aunque, amigo lector, te tengo que ser sincero. Lo del principio no es cierto, la covid-19 no se ha muerto, ni de risa ni de rosa. Quizás si alguien lo hubiese tachado de facha o de franquista ya estaría muerto, enterrado, desenterrado y rebautizado. Pero aquí fallamos. Lástima.
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