Con frecuencia, los ciudadanos pensáis que poco –o nada– podéis hacer para cambiar a vuestra clase dirigente. Tan solo –os decís– votar, pero a sabiendas del escaso valor de vuestro sufragio desde el momento en que entre lo que se prometió en campaña y lo ejecutado después no hay apenas concordancia. Esa resignación frecuentemente viene acompañada de la negación de la propia culpa. Resulta más fácil proyectar siempre la responsabilidad de algo negativo sobre las espaldas de otro que sobre las propias. El análisis de conciencia personal, a lo sumo, llegará a un «tenemos los políticos que nos merecemos», algo que –te dices– no negarás. Ellos son, a la postre, en gran medida, los culpables de vuestro descontento. No en vano pensáis –y vocalizáis incluso– que la actual clase política es la peor que habéis tenido desde el advenimiento de la democracia. Argumentos no faltan. Ni hechos meramente empíricos. Y es, por tanto, de recibo criticarla con dureza… Particularmente te preocupan los populismos que, a izquierda y derecha, se alimentan de vuestras miserias, medran gracias a ellas y usan como metodología el odio, la violencia (cuando menos verbal) y las vísceras…
- No obstante…
- No obstante –te preguntas–, ¿la culpa de ese «guerracivilismo» reside, única y exclusivamente, en ellos, en esos extremismos a izquierda y a derecha o también vosotros habéis contribuido y contribuís a la peligrosa crispación reinante y de la que Madrid ha sido, en los últimos días, tan solo un ejemplo, aunque deleznable? Porque lo que no se vende, lo que no se compra, deja de producirse… Si se opta por la radicalidad y el enfrentamiento, ¿no será porque electoralmente resulta rentable? Si lo fuera, rentable, vuestra complicidad sería, entonces, innegable…
- Por otra parte…
- Por otra parte vuestras redes sociales están repletas de ira, de enfado, de racismo, de revanchismo… Los que se fabrican, envían y reenvían… En esos casos, quiénes son los responsables del rencor esparcido…
Podrías poner infinidad de ejemplos. En algunos casos tú también has sido culpable de propagar un contenido que, aparentemente humorístico, contenía, sin embargo, una crueldad subliminal que, en su momento, no acertaste a percibir, propagando aquella maldad disfrazada de ironía, de chiste, de falsa libertad de expresión…
- Estás…
- Estoy –como he dicho- muy alejado ideológicamente de la radicalidad de izquierdas o de derechas, pero te han dolido…
- Te han dolido –pongamos por caso- algunos whatsapps en los que se bromeaba sádicamente con la enfermedad y la minusvalía de Pablo Echenique… Como te han dolido otros de sentido opuesto…
- Quizás deberíais recordar aquellas emblemáticas palabras de Martin Luther King pronunciadas en 1963: «La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad: solo la luz puede hacer eso. El odio no puede expulsar al odio: solo el amor puede hacer eso.» O esas otras, tan conocidas: «Lo preocupante no es la perversidad de los malvados, sino la indiferencia de los buenos».
Porque –admitámoslo– es una falacia que no podáis hacer nada para cambiar la cainita situación presente. Porque está en vuestras manos erradicar vuestras fobias, fanatismos e iras personales y no admitir, ni leer, ni aún menos compartir todo mensaje, todo whatsapp, todo comentario en redes, que contenga odio… Y, finalmente, no comprar con vuestro voto o connivencia, ese otro odio, el de que, por desgracia, dan gala los que están dirigiendo el cotarro o aspiran a dirigirlo en el futuro…
Porque no hay otra forma de adecentar el patio vecinal, de ser corresponsables de vuestro futuro y el de vuestros hijos y el de vuestros nietos…
Porque no hay otra forma de convencer a tanto político descerebrado de que no váis a adquirir más sus vísceras…
Porque no hay otra forma de dejar muy clarito a tanto iluminado que, de aquí en adelante, únicamente apostaréis por argumentos sólidos y solidarios y no por insultos…
Porque…
¿Os/nos metéis/metemos en faena?