Aparece, de pronto, en una pantalla. Es un anciano. Su mascarilla azul, sucia, –quizás no lo sepa- protege a sus vecinos, pero no a él. Puede que no entienda de eso o que, simplemente, su pensión no dé para esa otra, más segura. Lleva boina y su espalda, deformada, se asienta sobre un bastón de caña, a la antigua usanza. Parece un tópico, pero los tópicos siempre nacen de la acumulación de verdades… Vive en Vallecas… La reportera le pregunta cómo puede entenderse que su barrio haya votado a la derecha… Su voz es débil, apenas audible… El anciano suspira y a duras penas responde: «En Vallecas somos pobres, pero no tontos, de izquierdas, sí, pero no olvidamos lo que nos dijeron, lo que nos prometieron. Y no cumplieron».
Tal vez, a ese viejo solitario que se declara republicano le cueste llegar a su casa y acertar con la cerradura y alcanzar el sofá y sentir que, después de todo, un hijo de puta lo engañó y le destrozó su última posibilidad de cumplir con un sueño por el que, años ha, se jugó su vida… Al día siguiente un omnipotente Monedero -¡qué bien le sienta el apellido!- le llamará borrego, a él y a tantos otros, por el hecho de cobrar novecientos euros y votar al PP, cuando Monedero no percibe, precisamente, ¡cabrón!, 900 euros y su izquierdismo es puramente virtual…
Alguien dijo que leer le había salvado la vida. ¡Lean, señores candidatos, lean, por favor! Porque ahora, en este 9 de mayo, todos optamos por saber dónde está Pedro Sánchez, dónde está Wally, porque, en ese 9 de mayo, Wally es Pilatos (¡benditas autonomías!) y porque de sus ausencias en sesiones parlamentarias trascendentales estáis ya hartos, porque hasta algunos socialistas te dicen en privado lo que no se atreven a decir públicamente… ¿Dónde está? A Wally (el del dibujo) uno acaba encontrándoselo, pero al Wally Presidente, no. A no ser ante su espejo… Wally no efectúa declaraciones sobre una hecatombe electoral terrible para el PSOE, porque Wally ha reducido su programa electoral a un simple «yo»… A ese Wally le aconsejarías, modestamente que leyera «Patria» de Fernando Aramburu, por ejemplo, para entender lo que hizo ETA, que no fue solamente matar a centenares de inocentes, muchos de ellos socialistas, sino que creó un estado nazi represivo de terror donde ir a tu propia casa constituía un acto de valentía o, entrar, simplemente, en un bar y opinar… Mucha gente no le ha perdonado, ni perdona, ni perdonará, su cesarismo, ese que se apoya en la gente que, sin arrepentirse, hizo de Euskadi un campo de exterminio y terror…
Ese, el de Wally, no puede ser el PSOE, porque el PSOE es, afortunadamente, mucho más… Quizás las elecciones se ganen por méritos propios, y no vas a negarlo, pero, en ocasiones, el resultado final depende más de los deméritos de otros… La tormenta perfecta. Y lo lamentas por Gabilondo, un hombre sensato y moderado al que alguien mudó en marioneta. Y te consuelan unas palabras de Errejón tras las elecciones, repletas de sensatez…
Por cierto: para frenar a Vox, el PSOE lo tiene fácil: basta con su abstención…
Pero, ¡de verdad!, que sus señorías lean, no para vivir o salvar su carrera digamos que profesional, sino para, simplemente, dejarnos vivir…
El anciano sigue en su banco de Vallecas. Apoyado en su bastón. A su vera, invisible, puede que esté la Democracia para decirle que ésta reside en la voluntad del pueblo y que su legitimidad no depende del resultado habido… Para susurrarle que lo de Madrid y Vallecas y la caída de su última esperanza, de su ídolo de barro no era sino el resultado de aquel pasaje evangélico: «Haced lo que dicen, pero no hagáis lo que hacen, porque no hacen lo que dicen». El «borrego» de boina y bastón hizo (¡qué triste perder su última e incruenta batalla!) lo que le dijeron, toda su vida, jugándosela. Pero no hizo lo que hicieron. Él siguió en Vallecas, con sus 900 euros, comiendo, según algunos, alfalfa. Porque, a la postre, Monedero, no ha hecho nunca, ni hace, ni hará lo que dijo. Y es que, en Vallecas, siguen buscando una izquierda coherente…
Por cierto, el anciano encuestado había perdido el brazo izquierdo en el 38. Ahora –sueña– espera no haber perdido, también, algo más: la consecución de una utopía…