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Me caes mal (3). Fin de la trilogía

Madre mía queridos lectores, está el personal con los nervios a flor de piel. Será el calor sofocante, será la masificación que vivimos estos días en nuestra bella Menorca, será la situación extraña que sufrimos desde hace casi dos años, será lo que sea, pero el personal está a la que salta, basta una chispita chorra para que la temperatura alcance los mismo grados que tuvo la localidad canadiense de Lytton a principios de julio, donde sus habitantes soportaron la abrasadora cifra de 49.6ºC. Ay, los negacionistas del cambio climático deben estar flipando con las inundaciones en Alemania, o los fuegos de Atenas, o tal vez no, les basta con decir que de toda la vida el clima es cosa de los dioses y ya está, es lo que tienen los actos de fe, que son irrefutables.

Basta coger el coche para ir a cualquier sitio, esperar en la cola del supermercado, ir a una terraza a tomar una caña, acercarse a cualquiera de nuestras playas, ir de compras por cualquiera de nuestros pueblos, o sencillamente salir a por pan, para comprobar que en todos los rincones, vamos a encontrar a algún estresadito con ganas de liarla parda porque su cerebro ha colapsado y ya no da más de si el pobre. Presento mis respetos a todo el personal que se lo está currando estos días cara al público, su paciencia no tiene límites, frente a tanto bocazas maleducado, prepotente y cansino, están demostrando una profesionalidad fuera de toda duda, espero que sus sueldos sean acordes con su entrega, porque hay que tener el aguante del santo Job, para estar cumpliendo tu jornada laboral delante del público sin tener algún que otro ataque de ira.

Dicho lo cual, hoy cerramos nuestra trilogía sobre personajillos que nos caen mal, recuerden que lo hacemos solo a modo de terapia, no esperamos nada de nadie, y por lo tanto exigimos que nadie espere nada de nosotros (con nosotros me refiero a mi gato, a mi muñeco de Mazinger Z y a mí). Y lo hacemos con una lista general que engloba, tristemente, a demasiadas personas, vamos allá: me caen muy mal los que son incapaces de ponerse en el sitio del otro, los que piensan que todos los derechos son suyos y todas las obligaciones de los demás, los que van por la vida con la arrogancia, la prepotencia y el desprecio por bandera, los que nunca escuchan porque si no hablan ellos se aburren, los que usan el ‘usted' para insultar porque así se creen más educados, los serviles del poder que al mismo tiempo son déspotas con los débiles, los que tienen alma de súbdito y quieren pintar el mundo a su imagen y semejanza, porque no soportan que alguien se sienta ciudadano, los fanáticos de cualquier tema que a la mínima sacan el hacha porque desconocen el significado de la palabra `diálogo', los gurús que se aprovechan de las debilidades humanas para hacer su agosto, los que se engominan el pelo hacia atrás pero se ponen pulseritas de cuero para parecer más humanos, los que hablan por el móvil a grito limpio sin pensar que a los demás nos importa una mierda su conversación, los que dicen que prefieren pedir ‘perdón' a pedir ‘permiso', cuando realmente no hacen ninguna de las dos cosas, los que te dan la mano dejándola flácida como un pez muerto y los que dan besos al aire mientras hacen un choque de mofletes.

Para terminar les confieso que también me caen mal los que hacen listas interminables separadas solo por tristes comas, y los que estiran una idea como un chicle y le llaman trilogía, menudo morro se gastan. Feliz jueves.

conderechoareplicamenorca@gmail.com

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