No sé tú, pero yo llevo fatal lo de ser adulto. Me estoy encontrando con un porrón de situaciones que ni me las imaginaba ni se las deseo a nadie porque considero que empañan el que para mí es el principal objetivo de la vida, disfrutarla. Y en lugar de tumbarnos en la orilla, descorchar un buen vino o viajar a ese lugar que tanto imaginamos, nos topamos con marrones que te apetecen entre poco y nada. Eso, emocionalmente, nos pasa factura y nos transforma en versiones más hurañas de nosotros mismos castigando cada vez más al rincón de pensar a lo poco que nos queda de ese niño que una vez fuimos.
Como te digo, creo que soy un mal adulto. Cada tonto por cien, analizo cosas que me pueden afectar y cómo las gestionan los gestionadores de gestiones gestionables y gestionadizas que gestionan lo gestionable. Por ejemplo, veo que el precio de la luz alcanza el máximo histórico de 221 euros por megavatio la hora, y no es que me piense pedir una ración de megavatio con champán del caro, es que me parece un despropósito contra el que nadie, nadio ni nadia hace nada más que escurrir el bulto.
Leo que la inflación sube hasta el 4 por ciento, y me cuestiono si alguien está detrás de estas noticias para hacernos creer que el problema no es la inflación en sí, sino leer, y que mejor que no preguntemos porque calladitos estamos más guapos. Hago cálculos y me doy cuenta que el mismo carro de la compra que compré hace un año y en el que no pongo caprichitos, me sale mucho más caro. Por si acaso, compruebo si es que el carro que he cogido esta ocasión es un Ferrari y debo devolverlo con el depósito lleno. Ni por esas…
Pienso, sin querer molestar demasiado que yo sé que es sábado y ahora estarás con el café y no quieres que te lo joroben, en los mayores, en los que pronto serán mayores y en los que más tarde seremos mayores, y en el sistema de pensiones que tiene que sujetar todo esto que en su momento se creó para ayudar, no para hacer milagros. O magia, por si alguien se ofende por apología religiosa. Y pienso, que estoy jodido porque de lo que estoy pagando no me llegará ni para pipas, pero peor están los que pronto serán mayores porque a diferencia de ellos, yo tengo más margen para tomar alguna medida que pueda aliviar la cara de tonto que se me quedará cuando me digan que de todo lo aportado religiosamente mi parte se resume en un «Gracias, majo». O ni eso.
Entonces veo que los gestionadores andan más preocupados en polemizar con el lenguaje, colocar a sus colegas y regar absurdeces con el dinero público que en arreglar todo esto y me desanimo, pienso que el problema soy yo, que soy un mal adulto. ¿O no?
dgelabertpetrus@gmail.com