Son muchos los que visitan el cementerio al menos en un par de ocasiones, el día que se mueren y el Día de todos los Santos. Se puede observar que últimamente las lápidas son suntuosas, con esas fotos ovaladas de los difuntos que son de colores y están muy bien plastificadas, por lo que lucen como nuevas. Reconocemos muchas caras que hemos ido viendo a lo largo de nuestra vida, por lo que el cementerio puede llegar a ser un lugar hasta familiar. Entonces parece claro que está poblado de fantasmas, y que los fantasmas tienen mucho que ver con la memoria. Si somos fisonomistas, si recordamos el aspecto de los difuntos, podemos representarnos su espíritu con la cara que tenían, con su forma de andar, incluso de hablar o saludar; podemos representarnos retratos muy ajustados de los hombres y mujeres que han pasado por nuestra vida y que ya no existen, al menos en este mundo. Dicen que los fantasmas son espíritus de seres muertos que se manifiestan entre los vivos en los lugares que frecuentaban en vida. Una vez Joan Perucho me dijo que había visto el fantasma de una vecina que vivía sola en uno de los pisos de la casa donde él residía en Barcelona. No tenía familia cercana y nadie había entrado desde hacía mucho tiempo. Al abrir la puerta el fantasma se enseñoreó de toda la habitación, se expandió como una nube de gas, y la mujer, que había muerto siendo una anciana, de un salto salió a la escalera y de otro salto fue a parar vaya usted a saber dónde. Se deduce que la mujer había permanecido apegada a su rincón y no quería ser molestada. Cuando Joan Perucho me lo contó yo no dije nada. Pensé que pudo ser una alucinación. O no. Joan Perucho era uno de los escritores más imaginativos que hemos tenido, uno de los más grandes, y su libro «Las Historias Naturales», como su casa de Albinyana, está poblado de fantasmas y de seres no vivos, y también lleno de poesía. Un recuerdo para el gran Joan Perucho, un hombre lleno de amistad y generosidad, a quien muchos envidiaban sin que él nunca hubiera envidiado a nadie.
Otro gran escritor, Julio Cortázar, escribió un cuento, «La autopista del sur», en el que muchos coches permanecen durante mucho tiempo parados en un atasco. La gente traba amistad con sus vecinos, supera dificultades, se enamora, convive… Al cabo del tiempo el atasco se resuelve, los coches se ponen en marcha y los vecinos se pierden de vista unos a otros. Es la vida, cuando los seres que hemos conocido desaparecen, se convierten en fantasmas.