Avanzamos hacia el segundo aniversario del virus que transformó nuestra existencia con pasos más vacilantes que firmes, donde abundan los trompicones en el mismo lugar en el que las certezas deberían haber ganado el espacio de las incertidumbres.
Hace justo un año, la primera Navidad de la covid-19 arribaba con la esperanza de la vacuna, como solución definitiva. Apenas cuatro días después comenzaba la inoculación en los geriátricos. Y así fue como poco a poco la administración del fármaco alcanzó las previsiones de los gobiernos nacional y balear, sin evitar oleadas sucesivas.
Hace justo un año en Menorca se registraban 17 nuevos casos, había 132 activos, 9 ingresos hospitalarios -ninguno en UCI- y 1.098 acumulados, con una incidencia a 14 días de 138 positivos por cada 100.000 habitantes. Asusta observar la comparación con las cifras de hoy, viernes 24 de diciembre. Se notificaron ayer 87 nuevos casos, que elevan la cifra de activos a 966, con 15 ingresos -4 en la UCI- y una incidencia acumulada de 877,2 casos por cada 100.000 habitantes. En un año se han acumulado más de 6.500 contagios en Menorca.
La eficacia de la vacuna no es la que se presumía porque resulta evidente que no inmuniza contra el virus, ni tampoco impide su propagación, pero sí protege para que su trascendencia sea mucho menor. A la vista del actual tsunami de positivos es sencillo concluir que sin el antídoto la presión hospitalaria estaría desbordada, el número de defunciones se habría disparado y la situación sería dramática.
Conocida la medida recurrente decidida por el Ejecutivo español, que ahora ya no apela al criterio de los científicos para determinar que hay que volver a utilizar la mascarilla en exteriores, lo mejor es recurrir simple y llanamente al sentido común de cada uno, abrazarse a la prudencia y si el virus te alcanza como puede resultar probable, armarse de paciencia. Netflix, lectura y que pase lo antes posible.