¿Está el enemigo? Que se ponga…». ¿Te ha venido a la mente a ti también la brillante escena del incomparable Gila al ver las imágenes de Pedro Sánchez postureando teléfono en mano simulando que sus morritos presidenciales, su cartera presidencial y su presidencia presidencial arreglaban el conflicto de Ucrania? Hay que agradecérselo, la verdad, porque viene bien que alguien se encargue de alegrarnos el día con sus tontunas presidenciales.
No tengo claro si me da más vergüenza ver al «amado líder» simulando que hace cosas, o que nos venda convencido que ha estado haciendo cosas de verdad. Yo creo que alguno de sus asesores tendría que decirle una de las cosas más ciertas que me han dicho nunca: «Mire, señor presidente, es tan importante saber estar como no molestar».
Que Sánchez entrometa sus presidenciales narices en asuntos que están a millones de años luz -Estados Unidos a día de hoy prácticamente considera España una comunidad autónoma de México- no hace más que abochornarnos a todos, a los que no le hemos votado y, sobre todo, a los que sí lo han hecho. Por eso, prefiero pensar que esas fotos han sido un homenaje a Gila y a su particular forma de resolver los conflictos bélicos que nos invitaban a reír por no llorar.
Habrá quien piense que me estoy pasando, que no es para tanto o, incluso, que el «amado líder» estaba deslomándose en beneficio de les españoles, las españolas, los españolos, lis españolis y lus españolus. Yo creo que estaba haciendo el ridículo, una vez más, como aquel compañero de trabajo al que todos conocemos y que cuando se acerca el momento de arrimar el hombro tira de genio y figura para simular que trabaja cuando en realidad «no en fot un brot». Sí, ese que estás pensando. Y si no crees lo que digo, solo piensa en el hecho de que a los pocos días después de la fantochada de las fotos, cuando se produjo la reunión de los superlíderes del mundo para tratar el tema, organizada por Estados Unidos, o a España no se la invitó o fue la superencargada de ir a buscar los supercafés para no superestorbar. Gila era un puñetero genio y Sánchez ha tenido suerte de que el cómico no haya visto este esperpento diplomático porque seguro que se hubiese preocupado por la deriva que están tomando las cosas. Como imagino que lo estás tú y, sin dudarlo, como lo estoy yo. Porque quizá, al enemigo, lo tenemos en nuestro mismo bando de las trincheras y en lugar de pedirle que se ponga, deberíamos suplicar que se largara.
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