(Sencillo homenaje a Tomeu Gili, esa gota de aire fresco que fue durante años. Con respeto, admiración y agradecimiento).
El sueño erótico de muchos españoles durante muchos años han sido las francesas. Reivindiquemos sin pudor aquellos tiempos, cuando éramos rudos y necios, en los que las películas de Alfredo Landa, Pajares o Paco Martínez Soria reflejaban la formación del espíritu nacional de aquellas imaginaciones calenturientas de los rebaños de machos alfa que pastoreaban por aquí.
Las francesas constituían un manjar que pocas veces estaban al alcance de tu mano. Tan deseables como otras delicadezas francesas como una copa de Dom Pérignon, un ‘canard à l' orange', una puntita (solo la puntita) de queso Camembert, del auténtico, claro, y no digamos ya de una copita del líquido más preciado de Francia, ‘le Monsieur' Armagnac. Era cuando ligar con una francesa nos convertía en europeos de pleno derecho. Era un tiempo en que si uno no era capaz de seducir a una no podía demostrar haber coronado su formación: su conquista era la guinda que culminaba un curriculum. Efectivamente, era cuando nuestras generaciones luchaban por conseguir ‘fer el cim' a un imaginario Tourmalet, a un Alpe d' Huez o a un Puy de Dôme... Y de salir victoriosos, el trofeo, hermoso y orgulloso, lucía en lugar destacado en el armario de los trofeos sentimentales, como un merecido Goncourt. Entonces París sí valía una misa.
Pero, triste, aquella épica se derrumbó cuando España penetró en el Mercado Común. Lo que fue excepción mutó en normalidad al cambiar el status administrativo entre europeos. Ya nada sería igual. Hoy ligarse a una francesa, alemana, holandesa o italiana ya no tiene mérito alguno. La emoción ha decaído. Todos los europeos somos ya iguales y todos obedecemos a Úrsula, menos Sánchez claro, que la camela.
Pero entremos ahora en seriedades. Francia es hoy la barrera más sólida para luchar contra la estupidez de lo políticamente correcto, esa nueva dictadura de la moral esclava que cancela la sensatez y hace levitar a los merengues apócrifos y al sectarismo izquierdista.
Francia, aparte de acoger y adoptar en décadas pasadas a muchos españoles por diversas causas, nos liberó en su día de la dictadura monárquica absolutista, nos trajo la Ilustración, nos alejó del aburrimiento de la post guerra (Mayo 68), nos iluminó con su europeísmo, nos cambió el cine y ahora nos salva del totalitarismo de la corrección política para minusválidos mentales. Repasemos sus últimas aportaciones a la libertad: las caricaturas de Hebdo Charlie eliminaron los eufemismos acomplejados que implicaban no llamar a las cosas por su nombre: el terrorismo islámico es terrorismo islámico y no simple violencia terrorista (como hipócrita y cobardemente se difundió en la antigua Marca Hispánica después del atentado en las Ramblas o cuando se apuñaló a un cristiano en Algeciras).
Recordemos también cuando un grupo de francesas se levantaron (¡aux barricades, aux baricades!) contra la hipocresía del ‘Me, too', es decir contra la indecente cara dura de aquellas que, treinta años después, y ya viejas y desposeídas de sus primitivos y altivos dones naturales, denunciaron lo que nunca fueron capaces de denunciar mientras sacaban provecho de su deshonor consentido.
Francia tampoco se ha dejado atropellar ni por la aversión a la energía nuclear, ese esperpento apocalíptico que nos esclaviza a un gas que no tenemos, ni se ha sumergido en la idiotez cultural de la paridad política. Tampoco ha caído en la sumisión al becerro localista al colocar en lugar jerárquicamente adecuado a las lenguas regionales frente al progreso real de la unidad cultural de un país que siempre disipa dudas frente a la constante interrogación típicamente española. Un ejemplo de cómo no perder el tiempo con elucubraciones e ir al grano... al grano cultural común que es el que influye en el mundo.
Y ahora, ¡Aleluya!, nos enseña la cancelación de la hipocresía política cuando una ‘alta carga' (en términos de la Podemía menguante) del Gobierno de Macron ha posado pletórica mostrando sus auténticos poderes en la portada del Playboy (cuya edición española dirigió durante un tiempo Ivan Tubau, uno de los intelectuales fundadores de los Ciudadanos originales, que ligó con la bella francesa Françoise Hardy). Y toda la Unión Europea ha estallado en un caluroso aplauso al contemplar al fin lo mejor de la política francesa. Y el cotilleo se pregunta ya ¿cuándo posará de esa guisa Úrsula von der Leyen?, ¿y las ministras del sanchismo? Sí, ¡cuánto tenemos que aprender de Francia! ¡Y de las francesas!
Notas:
1- El American Bar de Mahón ya parece tener nuevo dueño. Me dicen que abarcas y bar convivirán.
2- El vídeo del R. Madrid en respuesta a un Laporta es pura Memoria Histórica. Franco siempre ayudó al Barça. Y le recompensaron con 3 medallas, 3. ¡Hágase la luz!
3- Un tal Amadeus Mo. i Pujol, de Barcelona, es uno de mis más fervientes lectores. Siga así buen hombre.
4- Abascal se hospedó en el Hotel Agamenón. Tuve una pequeña charla con él cuando cenaba recordándole que Jorge Campos nos presentó en Palma hace ya 16 años. Fue cuando me dio su número de teléfono personal. En aquel tiempo nos llamamos varias veces para invitarle a venir a Mahón aunque finalmente no pudo ser. Eran tiempos del Círculo Balear, Denaes e ICM. Abascal es un buen tipo, cabal, sensato, educado y simpático. (Mateu Aínsa y Ravanals del PP, presentes en el hotel, también fueron a saludarle y cruzaron unas palabras con él... ¡Tenemos que llegar a un acuerdo'... !Sí sí, sí'!... se dijeron).