Michael Flor. Así se llamaba el paciente de covid-19 que sobrevivió tras 62 días en la UCI de un hospital en Seattle y que, cuando salió en silla de ruedas, entre aplausos por aquellos pasillos de sanitarios emocionados que celebraban cada vida que salvaban del coronavirus, casi se muere de un ataque al corazón al recibir la factura. Ascendía a 1.122.501 dólares (997.202 euros) por sus dos meses de hospitalización, y era un listado de todos los tratamientos recibidos, 181 páginas. Tenía un buen seguro médico, pero a pesar de ello y de pasar la mayor parte del tiempo sedado, en los momentos en los que recobraba la conciencia le susurraba a su mujer «tienes que sacarme de aquí, no podemos pagarlo». Triste, luchar por tu vida y tener que pensar en el recibo.
Flor, que tenía entonces 70 años, vivió para contarlo, su seguro corrió con la mayoría de los gastos, y los que quedaban fuera de cobertura, se pagaron gracias a los fondos extraordinarios que dedicó el gobierno de EEUU a la covid-19. Otros pacientes de enfermedades graves como el cáncer deben afrontar en ese país, y en todos los que no tienen la sanidad pública, facturas millonarias o el copago.
He recordado la historia del paciente que salía de la UCI, y casi se sentía culpable de sobrevivir, por el último listado de precios 2023 del IB-Salut. Pasar una noche en la Unidad de Cuidados Intensivos de uno de nuestros hospitales públicos cuesta 2.094 euros, 3.146 euros si la causa es la covid-19. Michael Flor pagó 9.736 dólares por cada día de UCI y 82.215 dólares por 29 días de ventilación mecánica. Sin que sirva de excusa o justificación para todo lo que sigue pendiente, como las listas de espera, conviene cada cierto tiempo recordar esos precios y pensar las vidas que se salvan, y se salvaron en pandemia, sin preguntar cuántos ceros tiene tu cuenta bancaria o lo que cubre tu seguro. Un sistema al que contribuimos solidariamente y que es sin duda mejorable, pero también la envidia de muchos países.