En general, entiendo la afición universal por los adornos, los abalorios, las luces de colores y los objetos brillantes y vistosos, sobre todo relucientes, ya que estas cosas que brillan como las estrellas del firmamento y entran por los ojos, junto con el pensamiento abstracto y el descubrimiento de los símbolos, fueron un hito evolutivo y el inicio de la civilización humana. El homo sapiens empezó a trascender la zoología, y a elaborar el lenguaje, jugando con piedrecitas de colores y conchas nacaradas, que enseguida se colgó del cuello. El adorno brillante y decorativo creó al alma humana, ese adorno final teológico. Raro que la decoración aún no se haya comido el mundo, aunque bueno, bastante sí se ha comido.
Comprendo que todavía nos fascinen los aderezos, y que no haya fiesta ni celebración sin abalorios y luces, pero la preferencia por esas pulidas bolas navideñas, el emblema más característico de estas fiestas, no la acabo de pillar. Cierto que brillan con llamativos colores, y en su reluciente superficie esférica se reflejan las caras sonrientes de los niños, pero porqué bolas. Qué exagerada pasión por las bolas. Desde el globo terráqueo a las canicas y boliches, pasando por los mil tipos de pelotas grandes y pequeñas, nos pasamos la vida buscando formas esféricas, que son el prodigio definitivo de la estética. Y hasta la Navidad tiene sus bolas específicas, navideñas. Debe ser un atavismo, porque la naturaleza también prefiere las esferas y elipsis, y no vamos a ponernos a discutir con el cosmos. Las bolas incluso han pasado al lenguaje, como el apelativo boludo de los argentinos (el que nunca retira los adornos navideños, entre otras boludeces), de ahí las numerosas acepciones de la palabra bola y las frases que genera. No rascar bola, estar en bolas, dar bola, ir uno a su bola, etc. Sin olvidar que bolas, además de testículos (tener bolas), también significa trolas, mentiras, embustes, qué mierda de bolas me está usted contando. ¿Puede ser que el género humano tenga la cabeza llena de adornos esféricos, semiesféricos y redondeados? Desde luego, la esfera es la reina del decorado, y es imposible imaginar una Navidad cúbica. No traten de entenderlo.