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Asseguts a sa vorera

La batalla del mal y del bien

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Ha vuelto a pasar. Una parte de esta ‘zoociedad' me ha recordado lo insensibles y lo inhumanos que podemos llegar a ser si nos lo proponemos. Incluso por encima de nuestras posibilidades, de nuestras habilidades y de nuestras capacidades. Y dos veces, con un tiempo prudencial entre un caso y otro para que al menos reflexionásemos un poco. Pero nada, está todo muy corrompido, empezamos a estar más podridos por dentro de lo que llegaremos a estar por fuera cuando nos llegue nuestra hora. Te explico…

El viernes pasado, como ya sabrás, dos Guardias Civiles fueron vilmente asesinados por un grupo de tarados y su narcolancha. Era una noticia, una triste noticia en realidad, que se sabía que pasaría -y que volverá a pasar- por mucho que nos duela y por mucho que finjan que les duele a los que pueden poner solución o al menos herramientas. Un despojo humano se llevó por delante dos vidas y dejó a otros agentes malheridos por estar haciendo su trabajo y con una mala baba que rozó la humillación. O lo que es lo mismo, un delincuente atacando a los buenos y, tristemente, ganando. Una de esas cosas que no nos gusta en las películas.

¿Lo peor? Lo peor, con el permiso de las dos vidas perdidas, es que desde el muelle otro grupo de despojos jaleaban al delincuente en lugar de animar a los buenos, a los que luchan por nosotros, por nuestra seguridad y por nuestra salud. Personas, a priori como tú y como yo, que en lugar de ser empáticos con las vidas que se estaban robando, preferían el aplauso fácil y encarnizado al asesino.

Ese comportamiento me hace dudar de quién es más culpable de esas muertes, el que conducía la lancha o los insensatos que lo aplaudían…

Unos días más tarde, y cambiando de tema, un hombre con problemas de depresión llega hasta el punto de desesperación de bañarse en gasolina en mitad de la ciudad de Cartagena y prenderse fuego harto, quizás, de una vida que le sobrepasa y de unos problemas que, quizás, no ha podido gestionar por sí solo. O, peor aún, su entorno no ha sabido o no ha podido ayudar.

Pero el problema, aunque sea triste que alguien ponga punto final a su vida de esta forma y por estos motivos, está otra vez a su alrededor. Hubo un grupo de personas que le intentaron ayudar mientras ardía, pero otras optaron por sacar el teléfono y grabar los últimos instantes de vida de un ser humano desesperado.

¿Qué nos está pasando? ¿Para qué quieren esas imágenes? ¿Por qué nos alegramos y celebramos muertes? ¿Por qué tengo la sensación de que cada vez el mal gana más batallas al bien?

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