¿Cómo están queridos lectores? Espero que no necesiten irse a la India, o hacer el camino de Santiago, o retirarse a un templo budista del Nepal para encontrarse a sí mismos. A ver si les va a pasar lo mismo que a Juan Bellota Calvo, que, motivado por su gurú espiritual, salió de Getafe en chanclas y falda escocesa para encontrar su auténtica esencia.
Después de años caminando el bueno del señor Bellota llegó a Katmandú y le dijo al primer monje budista que vio vestido de naranja: «Algún bar cerca de aquí donde pongan tapa». A lo que el monje, que respondía por el nombre de Rajiv, le contestó: «El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional». La verdad es que no ayudaba en nada que Rajiv hablara un perfecto nepalí y el señor Bellota un castellano de «Madriz». Creo que esta historia pide moraleja: quien te dice a ti que tu auténtico ser no está detrás de una tapa de patatas bravas. Ni el mismísimo Buda, con algún problemilla de sobrepeso, se atrevería a tanto. Por cierto, Rajiv y el señor Bellota se hicieron colegas de un tal John Wilson y ahora están los tres recorriendo el mundo en una vieja moto con sidecar, llevan por equipaje una caja de mandarinas y cuatro botellas del mejor vodka, del que bebe el sátrapa de Putin. Vodka que robó el profesor Wilson de la misma bodega del Kremlin, pero eso es otra historia.
Llegados al tercer párrafo les pregunto: ¿qué debe hacer uno cuando la realidad no le gusta? A que no se la esperaban. Les he pillados más distraídos que a un obrero nacionalista diciendo que por ser español está más cerca del señorito español que le explota que de un obrero francés, uruguayo o turco, ya ves tú la liada donde nos está llevando.
Les pregunto por la realidad porque realmente me preocupa. Si no nos gusta nada lo que vemos, qué podemos hacer ¿drogarnos con drogas legales, o ilegales?. Mal asunto a corto plazo, ver las calles de Filadelfia llenas de zombis cargados de fentanilo no es nada halagüeño. Además estar enriqueciendo a narcos, amigos de políticos gallegos con gafas, o a las «far-mafia-ceuticas», no mola nada.
Otra opción sería refugiarnos en una pequeña burbuja con los mínimos estímulos del exterior, ermitaños nivel pro. Pero eso es un mundo globalizado, parcelado, privatizado e interconectado por el gran ojo del Gran Hermano es una quimera que nos llevaría en cero coma a la frustración barra depresión.
Otra posibilidad es la de aceptar una Matrix consumista a saco y tirar de tarjeta de crédito hasta que la cosa reviente. Pero creo que tampoco funcionaría. El monopolio de hacerse insensible al sufrimiento ajeno lo tienen las elites económicas desde el principio de los tiempos. La actual aristocracia neoliberal tiene cero empatía y nula solidaridad, así son de felices los muy tarados.
Una alternativa esperanzadora sería recuperar el colectivismo, el individualismo nos está matando, e intentar trasformar esa fea realidad por una un poquitín más agradable. Esta me parece la buena, pero la ausencia de referentes de todo tipo y la atomización de la reivindicación en millones de asociaciones minúsculas dificulta este camino nivel máximo. La izquierdita naif está desnortada y pegada al Iphone.
O también nos queda llamar al ínclito John Wilson, aportar una cajita de las mejores cervezas del mundo, las Grahame Pearce de Sant Climent por supuesto, y sumarnos a su chiflado viaje. No para buscarnos a nosotros mismos, Buda nos libre, sino para pasar por la vida con el punto de locura necesario. Feliz jueves.
conderechoareplicamenorca@gmail.com