El octavo mandamiento de la ley de Dios dice: «no darás falso testimonio ni mentirás». Y, sin embargo, vivimos en la mentira. Según el CIS, un 90 por ciento de los encuestados apoya a Tezanos. O nos engañan o nos autoengañamos. ¿Qué pasa con la verdad, que cuesta tanto aceptarla? Nos dirán que se persiguen las ideas independentistas, cuando lo que se persigue y castiga es el delito, incumplir la ley. La credulidad del fanático es poderosa. Se dicen medias verdades, se levanta falso testimonio, la sociedad aborregada lo aguanta todo. Asociamos moral a represión. Crítica a subversión. Reclamamos derechos sin deberes. Todo en venta por poder o dinero. Corrupción como modus vivendi. Puede que la primera ley de Satanás sea: «mentirás al prójimo como a ti mismo». Cuando hacemos algo malo, lo ocultamos. Identificamos el mal con los otros, no con nosotros o los nuestros. La transparencia apuesta por la verdad y no esconder ni tergiversar la realidad según nuestros propios intereses. Pero no está de moda. Y no es cuestión de inteligencia. Cuanto más inteligente, mejor puedes engañar o mentir impunemente. Entonces, ¿Dónde está la clave?
La verdad requiere valentía. No seamos cobardes. Mentir es pecado pero, en política, es habitual vender tu alma al diablo. Cuando incumplimos un mandamiento, el infierno se acerca. La trama de Sánchez es tan extensa que acabaremos diciendo lo mismo que con los bancos: es demasiado grande para caer.