Si no fuera porque quedaría cursi y porque yo con la cursilería no puedo, tal vez empezaría este artículo diciendo que una llama de ilusión está a punto de empezar a insuflar en nuestros corazones una esperanza que a menudo se tambalea. Sí, dicho así sonaría cursi pero, ¿y qué? Hay que decirlo en voz bien alta ahora que otra voz malintencionada está llenando todos los rincones de falsedades y acciones viles en contra de nuestra lengua. Y me permito la cursilería porque de vez en cuando también me nubla la mente un recuerdo poco afortunado que me lleva a un patio de colegio en el que lo que se llevaba era hablar castellano porque el mallorquín «hacía paleto». Esta excusa ahora se me antoja ridícula, puesto que las palabras que nos llegan hoy desde ciertos sectores políticos y culturales son mucho más duras, hipócritas y sin sentido. Jamás se ha visto a nadie corriendo con una antorcha para intentar salvar el castellano. Ni creo que lo vayamos a ver.
En fin, lo que quería decir es que este año la llama del Correllengua recorrerá por primera vez todas las islas para celebrar el trigésimo aniversario de Joves de Mallorca per la Llengua. El esfuerzo técnico y humano hará que se puedan ver tres antorchas simultáneas, algo que pondrá de manifiesto el próximo día 5 en la Plaça Major el retorno al activismo masivo a favor del catalán. Porque ahora es más necesaria que nunca una Diada per la Llengua. Estamos acostumbrados a convivir con esta lucha, aunque luego parezca que ha servido de poco. No sé de qué serían capaces algunos si del castellano se dijera que, con suerte, le quedan dos generaciones de hablantes. Ni me lo quiero imaginar, porque ya vemos que, cuando no les queda otra, tiran del victimismo y tergiversan las cosas. Menos mal que nos queda la llama. Menos mal que está bien encendida. Y ya no me parece cursi decirlo.