El presidente del Gobierno ha decidido quedarse para que España goce de una democracia plena que pase por callar a jueces y periodistas. No hace tanto nos vendía que nuestro país era a los ojos del mundo todo lo contrario. Por supuesto, en ambos casos todo gracias a que él y su partido gobiernan España. Es sorprendente, que no haya dedicado ni en su carta ni en su alocución una sola palabra de ánimo a los millones de españoles que no tienen un empleo, a los millones que no llegan a fin de mes y se endeudan hasta para comer, a los cientos de miles de hogares que tienen a todos sus miembros en paro o a los jóvenes sin futuro.
Pedro Sánchez sigue y rematará, no sabemos cómo, su lucha sin cuartel contra los poderes del estado de derecho que le molestan. No parece importarle el sufrimiento de millones de españoles que ven su futuro con preocupación. Tampoco que la inestabilidad y el desconcierto que ha provocado tienen un efecto muy negativo en los que crean empleo, inversión y riqueza necesarios para que un país avance.
El discurso de que la economía va como un tiro y que eso se refleja directamente en empresas y hogares es estar fuera de la realidad. Cierto que el INE acaba de publicar los datos provisionales del crecimiento en un 0,7 por ciento del PIB en el primer trimestre del año. Aumento en el que han tenido mucho que ver las exportaciones que obviamente suben cuando las empresas tienen que salir al exterior para vender sus productos por la escasa demanda nacional. Bien venido sea. Se olvida, sin embargo, del endeudamiento en el que mes tras mes incurre el Gobierno, el coste del mismo y el porcentaje escandaloso de impuestos que de nuestras rentas ingresa Hacienda, que vuelve a marcar récord de enero a marzo, con un aumento del 7,5 por ciento.
Sánchez se queda y probablemente «asaltará» la justicia y amedrentará a periodistas con leyes, con quitarles la publicidad institucional o vaya usted a saber. Pero, lo que no podrá parar serán las reglas fiscales de la UE que vuelven para limitar deuda y déficit, el desconcierto de las empresas que limitarán sus inversiones y las recomendaciones de las casas de análisis sobre los peligros de invertir en España, un país donde su presidente se puede retirar cinco días a reflexionar si dimite o no por razones personales, para después intentar convencernos de que en realidad no lo hacía por razones personales sino por la democracia. En fin.