Vivimos tiempos vertiginosos en los que la semana empieza con el PP tratando de modular su discurso contra el catalán y acaba con el PP asumiendo el mensaje de contención turística que llevan años defendiendo sectores de Més, a los que se ha sumado más tímidamente el PSIB en los últimos tiempos. La presidenta del Govern, Marga Prohens, acaba de dar un golpe de timón por la fuerza de las palabras, no de los hechos todavía, pero se suma a la petición de poner límites al turismo. Llorenç Galmés hace un triple salto con tirabuzón para anunciar una eliminación de plazas que hace un año era el fin económico de Mallorca.
Las razones de este giro inesperado no se conocen aún con detalle, pero el momento que ha elegido Prohens es muy bueno en términos de rentabilidad política: en pleno inicio de la temporada turística, con las calles llenas de gente, con los residentes cada vez más irritados por esta expulsión de sus espacios y a punto de que organizaciones sociales estudien si convocan protestas y una movilización como la que se vio en Canarias.
Prohens ha puesto la venda antes que la herida porque aún no han comenzado la temporada, pero sabe que este año será un infierno turístico para los residentes, sabe que le echarán la culpa a ella y sabe que hasta los grandes poderes económicos han alertado de que esta situación es ya insostenible. Los empresarios piden parar y lo pedían incluso cuando el PP abominaba del decrecimiento que ahora defiende, es decir, hace apenas unas semanas.
Exceltur, el poder turístico real, ha tomado nota de las protestas en Canarias, un sentimiento profundo antiturístico que ya no es cosa de cuatro ecologistas sino que es capilar y ha calado en la sociedad. Los empresarios temen que ese malestar que ha terminado en una gran protesta se extienda como una mancha de aceite por otros espacios entre los que sitúa a Balears y Málaga. El éxito de la movilización canaria fue que participaron incluso los trabajadores del sector, algo que está por ver si pasaría con tanta rotundidad en las islas. En cualquier caso, ese descontento no es bueno para las élites empresariales turísticas, que ya apuestan por aquello tan lampedusiano de cambiar las cosas para que todo quede igual, que en esencia se resume en que puedan seguir haciendo negocio.
El cambio de la política del Prohens ha sido especialmente llamativo por inesperado, pero el momento le es particularmente propicio. Esos tiempos vertiginosos que vivimos han hecho que se nos olvide que la semana comenzó el día después de una gran manifestación en contra de la política lingüística del Govern por el pacto de Prohens con Vox. La extrema derecha no parará de hacerle chantaje lingüístico, pero el partido de Santiago Abascal está cada vez más debilitado y más lo estará tras las elecciones europeas. También en esta materia convendría dar otro golpe de timón.