Parece que en las elecciones europeas del domingo, bastantes españoles creían que lo que se estaba votando democráticamente era la inocencia o culpabilidad de la esposa del presidente del Gobierno, como si fuesen un jurado deliberando tras escuchar los testimonios y atender a las pruebas, mientras que otros acaso más españoles, votaban contra la ley de amnistía que Europa no puede tolerar.
Y por supuesto, abundaban los ciudadanos convencidos de estar participando en un plebiscito (hoy en día todo son plebiscitos) para escoger entre Sánchez y Feijóo, porque si bien ninguno de los dos tiene mucho que ver con esas elecciones, Europa sirve para todo, como los plebiscitos. Estamos hablando de ciudadanos bien informados, de los que leen los titulares de prensa en sus teléfonos y escuchan informativos durante la cena, porque naturalmente, los menos informados suelen ser más drásticos, ya saben todo lo que hay que saber, y el domingo votaron para echar de una vez a Sánchez y que, al decir del líder Feijóo, Europa fuese su acta de defunción.
He realizado una prospección poselectoral a modo de sondeo posterior, y quizá en este grupo de votantes impetuosos también caben los que, convencidos de que Europa está en grave peligro (el grito de Europa en peligro ha resonado mucho en campaña electoral), votaron para salvarla del fascismo rampante, frenar a Putin, lograr la paz en Ucrania y, ya puestos, controlar a las grandes compañías tecnológicas (¡Ah, la IA!) y acabar con las matanzas cotidianas de Israel. Difíciles empeños, sobre todo el referido a Israel, pero bueno, si el voto es libre, mucho más lo son las razones de cada cual para hacerlo por este o aquel, y no seremos nosotros los que pongamos pegas a sus motivos. Como si quieren votar por costumbre, o en gesto de buena educación.
La cuestión es que en este sondeo posterior al resultado nos salen pocos que votasen simplemente por los 61 eurodiputados que nos corresponden de los 720 del parlamento europeo. Ignoro si en otros países de la UE sucede igual, ni si ello es bueno o es malo. Depende, según se mire. Porque a la mañana siguiente, Europa aún sigue ahí. Probablemente en peligro, cómo no, pero aún en el mapa. ¿Y el plebiscito? ¿Es inocente o culpable la señora del presidente? Bueno, eso todavía no lo sabemos.