El lenguaje moldea la forma que vemos el mundo. Se lo escuché decir a Lera Boroditsky, profesora de Ciencia Cognitiva en la Universidad de San Diego en California. En una semana hemos asistido a dos momentos estelares en la actual democracia tembleque: los insultos al ministro Fernando Grande-Marlaska, a quien han llamado a gritos «maricón», «hijo de puta» y «corrupto», y la expulsión de dos diputadas socialistas del Parlament balear por vestir camisetas con el retrato de tres republicanas asesinadas en 1937 por los leales al franquismo, entre ellas Aurora Picornell.
En el fulgor de su odio, los estudiantes de una universidad vinculada al Opus Dei alzan su grito homófobo contra un representante elegido en las urnas. Estamos ante un más que evidente delito de odio. Si son esos sapos lo que sale de sus gargantas, y si el lenguaje moldea la forma que vemos el mundo, blanco sobre negro: los estudiantes de esa universidad elitista de Navarra llevan la guerra escrita en su deambular por la vida. El mundo para ellos es ‘o estas conmigo, o estás contra mí’. El mundo de los bandos, la España que aún regurgita animadversión, ira, rabia, odio contra los otros. Ese mismo desprecio parece desgobernar a la segunda autoridad en la política balear, el presidente del Parlament Gabriel Le Senne, político del grupo de ultraderecha Vox, imputado por un delito de odio al rasgar en junio pasado las fotografías de Aurora Picornell, la costurera comunista que asesinaron esos que también escupían palabras sapo a los homosexuales, a las comunistas, a los diferentes a ellos. Se ampara quien está donde está por ese pacto de conveniencia entre el Partido Popular y los de extrema derecha de Vox en la neutralidad de la institución que preside. Me pregunto ¿qué neutralidad, si él, que está imputado por un delito de odio, sí, un delito de odio, que no es cualquier cosa, se sienta ahí en la trona? A un defensor de las dictaduras si le mencionas palabras como memoria democrática, o en su acepción más popular memoria histórica, se le empuña el arma en la garganta. Dispara con un insulto. Décadas atrás, en este país se descargaron tiros de muerte. Tiemblo de recordarlo. A los amigos de la amnesia -por cierto, ¡qué contradictorios son porque a la vez que se ponen estupendos con el recuerdo de algunas hazañas históricas, pierden los estribos si alguien quiere recordar a sus asesinados, tirados en las cunetas, en pozos, veredas, barrancos-, les delata su cosmos. Por eso crean un mundo donde las huellas se borran, a golpetazo de culata o a insulto de puñal.
De qué manera mira el mundo quien ante la elección libre de una manera de amar, de desear, de habitar la vida, de concebir su sexo busca denigrarle con insultos. Que surjan esos sapos de las bocas de algunos de los estudiantes de aulas universitarias debería alarmarnos. El huevo de la serpiente espera. Sin prisa. Siempre rompe el cascarón. Para gritar ‘maricón’.