José Luis Sampedro decía que nos contentamos con reivindicar la libertad de expresión cuando lo verdaderamente importante es defender la libertad de pensamiento. Estamos tan condicionados por nuestro origen, nuestra educación, nuestro entorno y por los infinitos mensajes que recibimos a diario que no nos damos cuenta de que nuestras reacciones están totalmente condicionadas de antemano. No somos libres, aunque creamos serlo. Si vamos en el autobús o paseando por la calle y vemos a una persona que encaja con nuestro canon de belleza automáticamente proyectamos en ella infinidad de valores positivos. Por el contrario, si esa persona no cumple con nuestro canon, lo que proyectamos inconscientemente en ella es todo lo negativo. No hemos cruzado con esa persona ni una sola palabra, ni siquiera hemos escuchado su voz, pero proyectamos todos nuestros prejuicios sobre ella sin darle la menor oportunidad. No podemos evitarlo. Ahora bien, ¿ese canon de belleza que tenemos tan interiorizado y que condiciona nuestra primera impresión es realmente nuestro, o está condicionado por todos los estímulos que recibimos desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir? Una y otra vez nos recuerdan que juventud es sinónimo de belleza, que cultura sólo debe ser entretenimiento, y una y otra vez nos esconden todo aquello que pueda poner en cuestión esos mensajes: la vejez, la enfermedad, la pobreza, la muerte…
La lectura y el pensamiento crítico que todo lo pone en duda son la única defensa que tenemos frente a esa manipulación de nuestra percepción de la realidad. Pero estamos dejando de leer, muchas veces nos contentamos sólo con los titulares, unos titulares cada vez más manipulados en esta sociedad de fake news y mentiras, y al dejar de leer perdemos nuestra capacidad de relacionar conceptos, de pensar, de asociar ideas, de formarnos nuestra propia opinión de las cosas. Por eso cada día es más difícil cruzarnos con alguien que tenga opinión propia de lo que habla. Y eso nos lleva de cabeza al hooliganismo social y político en el que estamos viviendo, al estás conmigo o contra mí, al ‘ellos’ contra ‘nosotros’. A fuerza de creer que el mundo es muy complejo y que la solución a los problemas, individualizados como estamos, está fuera de nosotros, somos víctimas propiciatorias de los manipuladores profesionales que propugnan soluciones fáciles y se autoproclaman nuestros salvadores. Recuperemos la lectura y ese pensamiento que todo lo cuestiona. Nos va la vida en ello, aunque ni siquiera lo sepamos.