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Sánchez y Trump: asombroso parecido

| Menorca |

Enviando quincenalmente mis artículos al Diari, ocurre a veces que menciono asuntos ya olvidados (la memoria es corta) u omito hechos relevantes sucedidos apenas envío mi colaboración. Digo esto porque me dispongo a comentar un par de temas que parecerán extemporáneos cuando lean estas líneas, pero que si no menciono, me da un sarpullido.

En primer lugar (y con cierto asco) hablaré del «gran» Wyoming.

Comunicadores serviles y peloteros abundan en los medios apesebrados por el gobierno. Es un tipo de prostitución al que ya he aludido con benevolencia en otro artículo: hay que pagar la hipoteca. Sin embargo la vileza del tal Wyoming salta la barrera de la prostitución (tendrá ya pagadas sus propiedades) para aterrizar en lo miserable. Intentar, desde su grasiento programa, ridiculizar a Iker Jiménez y su equipo, es consumar una bajeza moral que no creo merezca la pena ni siquiera a cambio del pastón que debe percibir por lamer concienzudamente las botas de su amo (leyendo guiones dictados; con dignidad, vamos)

No soy seguidor del programa de Jiménez. He visto sin embargo cómo ha estado ayudando con un grupo de voluntarios en la situación catastrófica de Valencia mientras que ni Wyoming ni ninguno de los culos que lame (incluidos los gubernamentales) o los pisa-platós en tertulias pontificadoras (a base de lemas con naftalina) movían un dedo. Es tan despreciable la dejadez de quienes cobran por actuar diligentemente en estas contingencias y en cambio demuestran su indecible incompetencia (pagada religiosamente con nuestros impuestos), como la de los que mienten a sabiendas para desprestigiar a quienes han decidido ayudar.

Si en lugar de esos trepas que echaron los dientes de leche en los partidos hubiera gente capaz en los puestos de mando, muy posiblemente algunos de los que fallecieron habrían sido rescatados a tiempo.

La guardia civil solo ha sido requerida de urgencia para detener a un paisano de la zona que, armado con una temible escoba, se revolvió cabreado contra los que debieron actuar y no lo hicieron, pero no hubo urgencia para atender a la población desde el primer día (y esto se lo debemos a Sánchez, Marlaska, Mazón…)

En otro orden de cosas, pero siguiendo con los medios del régimen, he oído de su boca con ocasión de las elecciones estadounidenses algo parecido a: «su éxito se basa en la mentira, en promesas incumplidas, en el control de medios y jueces». No comprendía si se referían a Trump o a Sánchez. El PSOE, los sumitas y podemitas deberían pensar si el crecimiento del número de votantes que apoyan a Trump, a Milei, a Bukele, a Meloni y a otros líderes europeos de corte derechista se pueda deber no tanto a que la gente se haya vuelto gilipollas como a que están tomando nota (a pesar de la intoxicación informativa) y están ya hasta las narices de que les tomen el pelo, de que los políticos que sufrimos se dediquen fundamentalmente a chuminadas (cuando les queda tiempo libre después de corromperse y echarse la culpa los unos a los otros).

El personal empieza a hartarse de que el comodín de «la extrema derecha» sustituya al argumento, de manera que no haya que perder el tiempo en analizar pros y contras de estos nuevos ganadores de elecciones. Personalmente no confío (y me apena confesarlo) en que ninguno de ellos arregle nuestros problemas (si hacen como nuestros amados líderes apañarán sus asuntos a pedir de boca mientras fantasean en mítines mintiendo a gogó), no obstante, no sé si será casualidad, pero estos nuevos líderes acreditan un pasado profesional o empresarial y no han hecho su fortuna política trepando a base de dorar la píldora y dar puñaladas traperas a sus compañeros (no descarto que algunos hayan hecho otras «cosas feas»).

La única diferencia relevante que encuentro entre Trump y Sánchez es que el primero ya llegó rico a la política, supongo que por una mezcla de capacidad, suerte y falta de escrúpulos y el segundo, ambicioso pero sin habilidades empresariales o profesionales, ha de buscar la fortuna en el poder, con el peligro que eso entraña: que haga lo que sea necesario para conservarlo.

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