No sé si a ti te pasa pero a mí, que el sol siga tonteando pasadas las 21 horas me provoca una alegría que difícilmente te puedo explicar. Que sí, que ya sé que los del ‘team invierno’ lo estáis empezando a pasar mal, pero dejadnos ahora que disfrutemos de nuestro momento y ya nos uniremos a la causa cuando agosto nos regale sus treinta y tantos graditos a la sombra y sin que corra una brizna de viento.
No sé ni cuántos años llevo compartiendo esta columna de opinión contigo, pero ya son unos cuantos. Te he hablado casi de todo y, más de lo que me imagino, repito tema o idea. Imagino que te habré contado en estos casi veinte años que me mola un montón el mes de mayo. Es el desembarco definitivo de la primavera, con una temperatura muy agradable y una época laboral muy buena.
A medida que voy sumando años y columnas, tengo más claro que la vida son ciclos. Que lo que ahora mismo te apasiona puede que, en un tiempo más o menos corto, no te diga nada o, directamente, te aburra y te sobre.
Empecé a compartir los sábados cuando me largué a estudiar a Barcelona pensando que quizás podía compartir unas reflexiones de estudiante distintas aprovechando que una de las asignaturas que cursaba en la carrera era Opinión, y me venía muy bien como práctica. Sí, era un poco raro porque yo fui el único de la clase que ya publicaba artículos de opinión sin haber acabado la carrera ni mucho menos aprobado la asignatura. Siempre me ha ido el riesgo, ya lo sabes.
Empecé a escribir por necesidad y por una frase atribuida a Oriana Falaci que decía «Escribo por no matar» como un desgarrador ajuste de cuentas para los compañeros periodistas que están en la primera línea de las guerras explicando lo que pasa.
Tomé la frase prestada y la acuñé con un sello propio: «Escribo por no callar». Porque a los veintipocos las cosas te afectan más de lo que dices o haces ver, y a mí me ayudaba a estar cerca de casa mientras, dicen los que ya estaban por aquí por aquel entonces, robaba alguna sonrisa con alguna frase que hoy difícilmente volvería a escribir.
Ahora que la vida es más estable las musas puede que me hayan dejado por aburrido, por previsible y por pelma. Y amenazan con no volver, al menos no de momento, lo que me obliga a preguntarme si esta columna estará ocupando el sitio de otra persona que quizás necesite más que yo sentarse a escribir. Aunque no sea ‘Asseguts a sa vorera…’. ¿Qué opinas?