Las incendiarias declaraciones del presidente Trump respecto al comercio mundial han generado un gran eco mediático; sin embargo, hasta la fecha, el impacto económico de su política arancelaria ha sido limitado. El centro del debate gira en torno al déficit comercial de Estados Unidos que, si bien es el mayor del mundo, representa solo el 1 por ciento del PIB global.
Desde la óptica de los ‘desequilibrios’ comerciales globales, el déficit estadounidense aparentemente financia los superávits de países exportadores como China y Alemania, lo que alimenta la narrativa trumpista de que Estados Unidos ‘paga al mundo’. Según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad), en 2024 el comercio mundial ascendió a unos 33 billones de dólares. Las importaciones de Estados Unidos constituyen aproximadamente el 13 por ciento de esa cifra, y su déficit comercial –la cifra que aterroriza a Trump y sus acólitos– representa apenas el 3 - 4 por ciento del total. Por tanto, incluso si Trump lograra reducir por completo las importaciones estadounidenses, las exportaciones mundiales caerían un 3 - 4 por ciento, un dato relevante, aunque lejos de representar un colapso económico mundial, según Adam Tooze, historiador económico de la Universidad de Columbia.
De hecho, los modelos del FMI y de otros organismos internacionales predicen que el efecto que una hipotética guerra comercial total tendría sobre el crecimiento económico mundial sería modesto en comparación con otras crisis, como la de la covid-19. Eso sí, el impacto no sería homogéneo: los países o regiones que más exportan a EEUU (como Alemania) y, a su vez, aquellos que exportan a estos últimos (por ejemplo, Balears) se verían más perjudicados. Según el FMI, los países más afectados en un escenario de guerra comercial total serían el propio Estados Unidos, China, México y Canadá; pero se trataría más de una perturbación que de un colapso.
Por otro lado, la mayor incertidumbre que actualmente afronta la economía mundial no es tanto el comercio (de hecho, EEUU y China acaban de acordar reducir significativamente los aranceles mutuos a la importación durante 90 días), sino el rumbo de la economía estadounidense. El FMI acaba de revisar a la baja en un tercio sus previsiones de crecimiento para Estados Unidos, lo que refleja una creciente preocupación ante una posible recesión en ese país. Esta preocupación se debe principalmente a la caída de la demanda interna: las proyecciones de crecimiento de la inversión se han reducido a la mitad, y el consumo –que representa el 70 por ciento del PIB estadounidense– muestra señales preocupantes. Goldman Sachs anticipa una fuerte ralentización de las ventas finales, y los niveles de confianza del consumidor han caído incluso por debajo de los de Europa. A pesar de todo, Tooze llama a la calma. Cree que es poco probable que incluso políticas altamente erráticas logren descarrilar por completo la economía estadounidense. No obstante, el grado de incertidumbre generado por la administración Trump no tiene precedentes y, paradójicamente, constituye hoy el principal foco de riesgo para la propia economía de EEUU. En mi opinión, una crisis económica en Estados Unidos, si se produce, vendrá causada por una subida de los tipos de interés o por una contundente política de austeridad fiscal. De momento, no se ha dado ninguna de estas dos situaciones, pero veremos qué pasa.