El pasado viernes, el Rey impuso en Yuste a Josep Borrell el XVIII Premio Europeo Carlos V, un galardón ya acreditado internacionalmente por el nivel excepcional de quienes lo han obtenido. En la estela del premio están, entre otros, Jacques Delors, Mijail Gorbachov, Helmut Kohl, Simone Weil, Javier Solana, Angela Merkel, Mario Draghi… Y toda la prensa internacional ha registrado y respaldado el acontecimiento, en prueba de que el diplomático español ha estado a la altura de los requerimientos.
«The Guardian», por ejemplo, destacaba en portada el sábado que, en el acto de Yuste, «el exjefe de política exterior de la UE, Josep Borrell, ha lanzado un duro ataque contra Israel, acusando a su gobierno de cometer genocidio en Gaza y de ‘llevar a cabo la mayor operación de limpieza étnica desde el final de la Segunda Guerra Mundial para crear un espléndido destino vacacional’».
Algún desorientado pensará que Borrell, ya jubilado, se desahoga ahora, cuando ya nadie le exigirá responsabilidad. Pero se equivocaría quien creyera tal cosa: Borrell se ha explicado con igual dureza, con la misma claridad, durante su mandato. Como hizo siempre en sus sucesivas responsabilidades: ha sido varias veces ministro en España y presidente del Parlamento Europeo, siempre su conciencia crítica ha sido por igual radical y estimulante.
Resulta ilustrativo observar que, de todo el orden jerárquico europeo, Borrell ha sido el único que, en el uso de sus atribuciones oficiales, ha hablado de «genocidio» israelí en Gaza, primero a tiro limpio y ahora en forma de salvaje asedio para que los gazatíes mueran de hambre.
Quizá por esta valentía, el Rey hizo en Yuste un elogio certero de Borrell, quien ha sido «una figura clave en el camino hacia una verdadera política exterior europea y en la proyección de la UE como actor global, defendiendo una política exterior más firme, coherente y unificada, así como una ambiciosa Brújula Estratégica para reforzar la política de seguridad y defensa». En este sentido, ha ensalzado que deje «tras su mandato una contribución de enorme valor y un mensaje que ha repetido con convicción: la fuerza de Europa no puede venir más que de la unión». Ojalá la simiente sembrada no caiga en el baldío.