Naturalmente, siempre ha existido gente que odia a otra gente, con razón o sin ella, así como gente odiosa que a su vez generaba odio, pero lo hacían digamos de forma individual, personalmente, y no constituían un vasto grupo sociológico, ni existía un nombre para designar a tales sujetos odiadores en el diccionario. Ahora sí, y a la par de los llamados delitos de odio, hasta la RAE acepta un difuso grupo humano, al parecer muy extenso, los odiadores, que no solo es que odien, sino que se dedican casi exclusivamente a eso, a odiar. Jamás lo habría imaginado. La palabra odiador deriva, como casi todas las idioteces idiomáticas, del anglosajón hater, que se puso de moda en el contexto de Internet y las redes sociales, para referirse a individuos cuya actividad fundamental es denigrar, difamar y atacar salvajemente a personas o colectivos que odian, y en eso consiste su vida. Luego, claro está, esa ideología hater, que es un modo de ser, acaso una patria, fue invadiendo el mundo real a través de las grietas digitales que los comunican, por lo que ya tenemos odiadores profesionales por todas partes, ubicuos y muy influyentes, y podemos leer a diario los odiadores esto, los odiadores lo otro, como si se tratase de una nueva religión o de una corporación transnacional. Mira que si lo fuese. La verdad es que yo no sé nada de este colectivo de actualidad, y que pone patas arriba la actualidad a diario, ni siquiera me explico este fenómeno global, porque si bien la gente siempre odia cosas, no es lo mismo odiar algo o a alguien que ser un odiador. Como quien dice un periodista o un geólogo. No es igual emitir juicios que ser un juez. Un odiador implica una categoría, una identidad, un grado superior de odio, y no únicamente un modismo lingüístico. Ni siquiera creo que hoy se odie más que en tiempos pasados, aunque eso sí, entonces cada cual odiaba a su manera, como buenamente podía, y no existía un cuerpo de odiadores organizados, casi institucionales. Odiosos, desde luego. Por lo demás, que tal cosa exista en Internet también me trae sin cuidado. Lo malo es que se ha expandido al mundo analógico, y no hay más que abrir un periódico o ver una sesión del Congreso para que te abrumen los odiadores. Sin duda se trata de la última ideología. Y de una multinacional.
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