Cada vez tengo más claro que en España la política es como un reality nefasto, en plan «La familia de la tele», sin ningún tipo de guión pero sí con toneladas de maquillaje. Dimitió Santos Cerdán por unos audios que desprenden un tufillo agrio a desvío de fondos y favores cruzados. Y eso el mismo día que el CIS nos indica que el PSOE está siete puntos por encima del PP. La protagonista indirecta sigue siendo Leire Díez, una asesora que grababa conversaciones, como quien graba audios de WhatsApp en un grupo de colegas. Pero en ellas se habla de desacreditar a agentes de la UCO como si fuera de lo más normal del mundo. Sin embargo, en lugar de cabrearnos, medio país bosteza y se despereza. Llega el verano y la playa, y a tomar por saco el ruido de fondo. Ya hemos normalizado este tipo de historias como si fuéramos a comprar cebollas al mercado del Olivar. Sánchez, mientras tanto, sigue en su papel de general Custer, morir con las botas puestas. Un pistolero del antiguo oeste, al que parece odiar media población. Siempre habla de transparencia a través de un cristal opaco que le deforma las facciones.
Pero lo hace con la destreza de un mago que te explica el truco de cartas sin que logres entender dónde las ha metido. Se lava las manos tras pedir disculpas, dice que no tiene previsto convocar nuevas elecciones y por medio del CIS, su partido crece en estimación de voto. Los sondeos se han transformado en un arma política en vez de un elemento estadístico. Los votantes de ambos partidos son como los hinchas de un club de fútbol, ninguno va a cambiar su estimación de voto. Pese a todo, va a ser siempre el mismo, y sencillamente tendrá todo a su favor aquel que más hinchas vayan a votar el día de las elecciones. Los escándalos que se suceden no hunden, solo curten la piel de Sánchez que parece preparado para lo que venga. No obstante, no es más que un pistolero dispuesto a morir con las botas puestas.