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Los sueños más tristes

| Menorca |

Los peores sueños son aquellos que, pudiendo convertirse en realidades, se quedan en eso: en sueños. Generalmente por los intereses particulares de los hombres. Visto lo visto en las últimas décadas propondrías, modestamente, algunos remedios factibles. Por ejemplo, que una orquesta irrumpiera, de pronto, en el Congreso para interpretar alguna pieza de Morricone (posiblemente escogerías el tema principal de «Once upon a time in the West» o «El oboe de Gabriel»). En tu condición de creyente siempre has pensado que tras la inspiración estaba permanentemente el hálito de Dios. Para quien sea agnóstico la música le será, de seguro, algo también sublime.

Seguramente se despertaría entonces el corazón de sus señorías. Como complemento añadirías la lectura (desde la fe o la ausencia de ella) de la conmovedora Carta de San Pablo a los Corintios 1.13 sobre la caridad. Quizás ambas pociones conmovieran todavía a vuestros dirigentes y se produjera en ellos una bella regeneración ética. Porque todos ellos deberían comprender que un hombre jamás está por encima de un partido, ni un partido sobre el sistema democrático que tantos esfuerzos os costó, ni ese sistema por encima de la ciudadanía. Y si uno de esos representantes vuestros –pasado o presente- ostenta la Presidencia del Gobierno, a lo mejor tendría que dimitir cuando, más que una solución, su permanencia se mudara en un obstáculo para el pueblo. Empecinarse en la mera subsistencia constituye, muchas veces, un último error y salir voluntariamente del ruedo un acto de grandeza. En ese sentido sigue siendo válido el aserto de Méndez Núñez: «Más vale honra sin barcos, que barcos sin honra».

En el momento presente un «mutis por el foro» de Sánchez sería un buen ejemplo de lo dicho. Permitiría un congreso extraordinario –con carácter casi de refundación- de un partido histórico, la convocatoria de elecciones y la formación de un nuevo parlamento. Un parlamento en el que los dos grandes partidos se movieran hacia la centralidad (que no implica uniformidad, pero sí acercamiento) haciendo viables acuerdos civilizados, evitando, así, el poder de partidos ultras de izquierdas y de derechas. Siempre creíste en la moderación y en la posibilidad creativa y fértil de un «vamos a entendernos».

Una regeneración que podría hacerse también extensiva a los ciudadanos y resultar ejemplar y ejemplarizante para las generaciones venideras (¿con IVA o sin IVA?) Como le dijo un sicólogo a una madre angustiada: «No se preocupe si su hijo no la escucha. Piense que la está observando». Únicamente los hechos educan. Los de los políticos, los de todos… Tal vez sería bueno, para empezar, y en ese sentido, que los progenitores dedicaran tiempo a sus hijos y les importara más eso que tener un plasma de 65 pulgadas. Es únicamente un ejemplo entre multitud de posibilidades.

Puede que haya llegado el momento de hacer de vuestra nación, de vuestras vidas, de vuestras profesiones y actos algo digno y didáctico para que las nuevas generaciones se vean guiadas, dada la educación recibida, por la honradez. Entonces ese sueño dejaría de serlo. En caso contrario seguiría/seguirá siendo el más triste de los sueños…

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