Porque soy una chica mayor, me encanta recordar tiempos pasados. Soy consciente no es a todos mis lectores que le agrada, pero sí la mayoría me suelen felicitar por ello. ¡Claro que sí! Seguramente son gente de mi enfornada, paisanos que no tan solo añoran el devenir de la mitad del siglo pasado y un montón de años más hasta que el calendario nos descubrió el 2000, año en que se esperaban tantísimos sucesos que no llegaron a suceder ni sucederán jamás, les recomiendo duerman tranquilos. El fin del mundo no está a la vuelta de la esquina ni de noves.
Según opiniones de lectores que saben mucho de letra y ávidos en cultura general, aquella que con tanto anhelo nos mostraban en las escuelas las mismas que a pesar de ser del régimen que fuese antes de iniciarse la clase, el alumnado en pie firmes, serios y formales, bien lavados peinados, vestidos decentemente, a pesar de ser humildes sabíamos comportarnos y manos unidas se rezaba una oración tras responder al maestro, o la señorita de turno. Añadir que los primeros en comportarse , fueron ellos es mestres i ses mestreses, siempre hubo alguna excepción, algún mestre d’escola, que fumava com un carreter.
Eran otros tiempos, días de vino y rosas, nuestros campos florecían, etc. Los talleres de toda clase de faenas iban a tope y no digamos las modistas, las dadas de alta, las que cosían en sus casas ayudadas por jóvenes y alguna mayor a cambio se les mostrara el oficio de cosidora, los más humildes o de pensamiento distinto, iba a coser por los domicilios que la tenían contractada uno o dos días a la semana, las hubo de muy válidas que nada tenían que envidiar de las reconocidas por el pueblo, a ellas jamás tampoco les faltó el letrero del pueblo como excelentes en costura, buen hacer y de disponer de muy buen gusto.
Llegado el gran día, niños y niñas de nuestras parroquias se dirigían orgullosas con su traje blanco, tocadas de tul y flores, sus guantes, su rosario y el primer misal entre sus manos, mientras sus padres se sentían orgullosos de la celebración, rodeados de los abuelos, familiares mayores que tampoco faltaban al acto ni al desayuno en la intimidad del hogar de los comulgantes.
Aquellas primeras comuniones, hoy los hay que no lo celebran, prefiriendo viajar a Disney París. Mientras los hay que se endeudan entre préstamos o las dichosas «visas».