Con los tiempos que corren, uno tiene que ir con mucho cuidado para que no lo tilden de facha, de extrema derecha o de becario del diablo. Esto se debe más a la ridiculización del discurso y, en muchos casos, a la falta de argumentos, que a la verdad verdadera. No pongo en duda que habrá quien lo sea, pero a la mayoría de las acusaciones las pongo en cuarentena porque parecen más un ladrido como último recurso que a una concatenación de argumentos que llevan a esa afirmación.
En España hay un problema con la inmigración. Como también lo hay con la vivienda, con la violencia de género, con la corrupción o con el blanqueamiento del terrorismo. Son una suma de problemas que, ponerlos en el foco, no te transforman en ultraderecho ni ultraderecha. El famoso caso de Torre Pacheco demuestra una vez más que hay un determinado nicho de inmigración que no debería estar aquí, ¿la marroquí? No. La que no se integra, la que viene a delinquir, la que no respeta, la que prefiere la violencia, el hurto o la intimidación para conseguir lo que quiere. ¿La otra inmigración puede estar aquí? Por supuesto.
La verdad es que inmigrante o autóctono, una persona con las inquietudes que te comentaba más arriba no la quiero, no la necesito y no hace falta. Pero otro de los problemas, a mi juicio, que tiene este país es que la Ley no es justa, es permisiva, y nos es culpa de los jueces. Los castigos que se imponen en muchos casos son burdos intentos de enviar al delincuente al rincón de pensar más que en imponer un castigo que le quite las ganas de reincidir a él y de delinquir a los que vengan detrás.
Porque nosotros hemos sido inmigrantes, y lo seguimos siendo. Que un trozo de papel con un sello valga más que la voluntad de buscar una vida mejor con el consiguiente de acatar las normas del nuevo destino, así como las costumbres, es un debate pendiente. Pero la realidad es que hacen falta manos en un país que cada vez quiere tener menos hijos, pero no quiere renunciar a privilegios.
A estas alturas en las que te habrás quedado sin voz gritando que soy un facha, o que tu termómetro de extrema derecha habrá explotado, solo me queda incidir en una cosa. Inmigrante o nacional, nos sobra cualquier persona que se dedique a mangonear o putear al personal impunemente. No es un tema de racismo, es de sentido común. Y si nos sacamos el buenismo y el populismo de encima y nos ponemos un poco serios, quizás bajaría la criminalidad en este país. Aunque algunos, algunas, algunes, algunis y algunus se queden sin argumentos y sin «fachas» que repartir.
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