Síguenos F Y T I T R
Hoy es noticiaEs noticia:
Contigo mismo

Ducharse vestidos (a los que falsifican títulos)

|

Este artículo voy a redactarlo en primera persona. Renunciando a la segunda, la que escogí hace mucho para distanciarme de la realidad en busca de una objetividad que casi nunca logré. Y dedico estas líneas a mis padres, que, pasándoselas canutas, me permitieron estudiar en Palma –primero– y luego en ese templo de sabiduría que era la Universidad Central de Barcelona. Este artículo es muy personal.

En la Universidad, entre nenúfares, el odio no tenía cabida. Gracias igualmente a «Es Diari» que me pagaba algunas colaboraciones (¡Fernando!) y me daba para mis gastos… Señor/señora/señore... Espero que usted entienda, político indecoroso y falsificador, alguna vez, lo que hay tras un verdadero título. Puede que    un adolescente asustado. Ese que se aleja de su zona de confort.

No es fácil para los menorquines cursar estudios universitarios. Lejanía. Añoranza. Precariedad. Vivir en un sitio a lo mejor cutre. Disimular que se está bien, cuando se llora. Incluso –y no es una hipérbole– se pasa casi hambre…

Algún estudiante vivirá en una pensión –y sé de lo que hablo– y se duchará vestido porque en una calle, Provenza, en un ‘El Escorial’ no hay servicio de lavandería. Es ese estudiante que –y perdone usted– mea en un lavamanos. El mismo que en esa pensión ha de colocar algunos libros para enderezar una cama a la que le falta una pata…

Puede que ese estudiante intente concentrarse en sus estudios, pero prime cuánto hay en su bolsillo. Nada. Y se pasee por esas Ramblas gratuitas, el mejor sedante. Pero en su llamada a los padres les dirá que no se preocupen… Que todo, efectivamente, va bien. Que ducharse, a la postre, vestido, no está tan mal. No obstante, ese chaval añoradizo tendrá la suerte de ir a una Universidad, y dejarse mecer por las palabras de Blecua, por la genialidad de Rosa Navarro, o la de Antonio Vilanova, de… Y un día, gracias a ella, podrá hablar con Delibes…

Y ese estudiante regresará entonces a su pensión, siendo otro. Los libros no sostendrán ya su cama, sino las palabras. Las lentejas olerán distinto… Y resistirá…

Eso es lo que hay detrás de un título verdadero. Afán de saber. Ilusión. Tolerancia. Esperanza. Utopía. Sacrificio. Un llegar a un viernes sin poder invitar a esa chica de la farmacia de la esquina… ¡Qué mujer!

No es un asunto baladí. Y desde la modesta autoridad de lo que viví exiges hoy, como ciudadano,    que cuantos han pensado que un título es una hoja de papel, se avergüencen y sepan que, si no entendieron la gravedad de lo hecho, su falsificación, vean mentalmente a esos    padres que se las pasaron canutas para pagar los estudios a sus hijos…

Y, ya puestos, uno se pregunta cómo se puede confiar en un diputado que mintió…

Así nos va… Ministros que no tienen ni pajolera idea de lo que administran, diputados cobardes que prefieren salvar al capitán antes que al barco, representantes cuyo único oficio es pulsar la tecla señalada    en el    anhelo de que su dedo índice no esté escayolado, presidentes que están en el poder, sin tenerlo, porque, a fin de cuentas, todo depende de un mando a distancia, enfermos que siguen muriendo por falta de presupuestos, personas que jamás supieron qué era eso de vivir en una pensión…

Tras un título anidan valores que ningún político habrá catado jamás. Y así nos va –iteras–… ¡Ojalá algún día, sí, ese político tenga que ducharse! ¡Vestido! Y algún chaval pueda invitar a una farmacéutica…

Sin comentarios

No hay ningún comentario por el momento.

Lo más visto