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Contigo mismo

¿Están locos esos humanos?

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Ahora que la clase política os ha dado una tregua, tal vez sería oportuno reflexionar sobre si el ser humano es un ser racional o no... Y es que en ocasiones este comete auténticas imbecilidades que ningún otro ser vivo realizaría. En el lenguaje existen infinidad de ejemplos. Así, subimos arriba y bajamos abajo. La verdad es que ya te agradaría ver a quien fuera capaz de subir abajo o bajar arriba... Por no hablar de algunas frases estúpidas que te hacían memorizar –por ejemplo- cuando a tus diez años comenzabas a estudiar inglés: «my tailor is rich» o «my flowers are beatiful»... ¿Cuándo y en qué circunstancias    podrías utilizar tales memeces? Para más inri parece ser que esos utilísimos ejemplos en la lengua de Shakespeare eran internacionales y aparecían en infinidad de libros de texto europeos. Incluso tuvieron cabida en una divertida película de Louis de Funès («El gendarme en Nueva York»). No obstante, la cosa se hace crítica a la hora de formular traducciones incorrectas. Los menorquines tenéis asaz surtido en este sentido. Así, alguien «pasará un humo» o Na Marieta «hará un trueno» un día de estos. Sin embargo, algunas de las mentadas traducciones pueden ser letales... Como la de aquella anciana que le remitió a una amiga vallisoletana una carta en la que le hablaba de las costumbres isleñas y en la que decidió traducir –perdonen la reiteración- aquella afirmación tan vuestra de que «els fills tiren més cap a ses mares i les filles cap els pares». Obviaré por decoro cómo le quedó la traslación a la pobre señora, aunque pueden ustedes fácilmente imaginárselo. Lo que sí sabes es que la vallisoletana no pisó jamás la Isla y os tildó, desde entonces,    de degenerados...

Pero la imbecilidad no anida únicamente en el lenguaje. ¿Por qué, por ejemplo, cuando muchas personas se están bañando en el mar y comienza a lloviznar salen despavoridas del agua, algunas incluso entre gritos? Algún lector te dirá que es porque temen que sus pertenencias se mojen o les caiga un rayo... Pero no, muchos de esos individuos tienen sus enseres en el chiringuito y estás hablando de llovizna, no de una tormenta apocalíptica. ¡En fin! Parafraseando a Goscinny: ¿Están locos esos humanos?

2 Tampoco faltan personas que aún siguen creyendo en horóscopos y pitonisas. Como en esa adivina nocturna, Desesperanza Desgracia (¡un personaje de ficción, of course!) que es capaz de hablar durante veinte minutos sin decir absolutamente nada… ¡Qué magnífica política sería la susodicha! Porque si algo caracteriza a los políticos es precisamente eso: hablar mucho pero de forma estéril, yerma. Aunque no faltará siempre quien se diga: ¡Qué bien hablan esos puñeteros! ¡Pues vale! De hecho -¡es broma!- propondrías un divertido golpe de estado en el que sustituirías a la actual clase dirigente por cómicos. Harían lo mismo que los diputados (decir sin decir), pero con arte... ¿Qué tal El Tricicle? ¿Y Mr. Bean? En definitiva, ellos crean bonitas historias sin abrir la boca y, además, os alegran la vida... ¡Menuda diferencia entre unos y otros! ¿O no?

Y luego queda otro tipo de imbecilidad. La que une imbecilidad con total falta de conciencia. Cuando el ministro Óscar Puente intentó justificar sus miserables mensajes en redes sociales a tenor de los actuales incendios forestales, aludió a su lenguaje siempre irónico. Algo no creíble en el personaje, ya que para elaborar un sarcasmo lo primero que se necesita es inteligencia...

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