No soy un ejemplo a seguir, tranquilo. Pero, aunque no haga siempre lo que toca, tengo la suerte de, por lo menos, saber qué toca. Tuve el privilegio de tener una buena educación, básica, por lo menos. Un esfuerzo algo desperdiciado, pero que agradezco enormemente. Me enseñaron normas tan básicas como no hacer ruido con la boca, no interrumpir a los mayores, no poner los pies encima de la silla o no tirarme pedos en público. No se ría. Hay gente que no lo aprendió.
Lo digo porque, algo tan básico, con el tiempo, te lleva a entender que no hay que criticar la comida de quien te invita a su casa o que no hay que hacer un desplante al presidente de una comunidad que te invita a estar en un besamanos del rey, por muy bombero que seas, te hayas jugado la vida o el tipo lo haga como el culo. Porque hay que saber estar y cada cosa en su sitio. Si eres bombero forestal y te pagan fatal, trabajas como un campeón y te juegas la vida por salvar la de los demás, tienes que saber dónde debes montar el pollo. Porque la indignación no te da la razón y la razón no te da para ser un jeta. Hay sitios, canales, foros, espacios y lugares para decir con fuerza, razón y argumentos que los políticos que tenemos son nefastos, pero hay que saber estar, ser educado. Humillar a los demás no tiene ningún mérito y un bombero debe apagar fuegos, no encenderlos.