Peroratas interminables

Acaso porque ni los políticos, ni los telediarios, ni los analistas descansan en agosto, ni nos dan tregua en su perorata interminable, hacia el final de mis vacaciones me surgió una duda razonable. ¿Son peores los discursos apocalípticos o los posapocalípticos? ¿Los que auguran calamidades o los que las confirman y comentan? Al principio pensé que los primeros, al ser muy comunes en nuestra derecha debido a la invasión de inmigrantes y a que Sánchez todavía no ha dimitido, pero luego, ante la calamidad de los incendios forestales, culpa naturalmente del Gobierno, ya no estuve tan seguro. Porque después de un apocalipsis, sea por inundaciones o fuegos, sea o no consecuencia del cambio climático, los discursos posapocalípticos, llenos de ruido y furia, alcanzan un extraordinario fragor. Incendiario, se podría decir. Lo vimos con el diluvio de Valencia y lo vemos ahora con los bosques convertidos en cenizas. Peroratas infinitas, también de ceniza. Mi conclusión, que me ha sobrevenido de golpe, es que lo peor son los dos si se suceden y entrelazan como serpientes en un nido de serpientes, apocalípticos y posapocalípticos formando un grumo que engorda y se agita a base de réplicas y contrarréplicas, hasta que las razones y argumentos de unos y otros se vuelven irracionales. Nada deforma tanto las cosas (y las palabras de las cosas) como la confrontación. De una confrontación en la nada se produjo el Big Bang, no les digo más. ¿Y se entiende algo de estas peroratas incesantes, enroscadas como un sacacorchos? No, nada, porque la propia sintaxis se resiente cuando no tienes nada que decir, pero hay que declamarlo. En su discurso posapocaliptico el Gobierno propuso un pacto climático, lo que además de imposible es una tontería para salir del paso, y la derecha replicó exigiendo un registro nacional de pirómanos, lo que es más tonto todavía. La derecha sin complejos de Vox, más directa, pide que se investiguen como homicidios los muertos en los incendios, no sea que Sánchez fuese un asesino. Ahí ya dudé otra vez, casi convencido de que las peroratas posapocalípticas son las peores. Pero me cansé. Lo dejaremos en que lo peor es cuando ambas se fusionan y amalgaman.