El verano ha estado reventado de verbenas, y ya sabemos que no hay fiesta sin alcohol, como si el baile necesitara fermentación para llevar alegría. No importa que su consumo esté prohibido para los menores, igual que el tabaco, porque las leyes son papel mojado para limpiar las conciencias como un ambientador barato que disimula el hedor. En la práctica el negocio se impone. Por eso las plazas acaban pareciendo destilerías y chimeneas. Deberíamos ser lo suficiente maduros y coherentes para desechar lo que sabemos nocivo, aunque resulte placentero. Como adultos, allá nosotros con nuestras decisiones, pero bajo nuestra responsabilidad, y de las administraciones, quedan los adolescentes.
Es excelente la iniciativa puesta en escena en Sóller durante sus fiestas: levantar una fuente monumental, visible como un faro en medio de la marea festiva, para regalar agua a los asistentes. Alguno buscó la polémica, porque quejarse es la afición del humano, pero no hay nada más noble que regalar la bebida más sana, refrescante y universal. Qué crítica puede haber a fomentar el consumo del fluido más sano del mundo en lugar del botellón; que además hidrata y refresca en plena ola de calor con noches tórridas a punto de explotar los termómetros; gratuitamente, como debería ser siempre este bien público; filtrado para mejorar su calidad, y evitando la generación de plásticos que contaminan hasta niveles muy preocupantes.
Es cierto que se ha destinado presupuesto municipal, y eso despierta siempre la sensibilidad fiscal del contribuyente, que puede pagar cinco euros por una botella de agua en un chiringuito, pero protesta si el Ayuntamiento decide invertir para ofrecerla gratis y concienciar. Lo criticable sería que pagara y luego pidiera al ciudadano que abonara por beber. En este caso, además, el dinero no va a engordar bolsillos, sino a la Fundación Cleanwave, una entidad sin ánimo de lucro que lucha contra el plástico y por la preservación de los mares baleares.
Y hablando de humo: el tabaco merece capítulo aparte. Hemos avanzado para expulsar los cigarrillos de los espacios compartidos y la nueva ley estatal, aún no aprobada, busca prohibir fumar en terrazas de bares y restaurantes, e incluso en playas, pero en Balears la Conselleria de Salud cree que la decisión debe quedar en manos de los restauradores. El Instituto Balear de la Medicina de Familia y Comunitaria ha quedado estupefacto porque una consellera, médica, no apoya la restricción que protegería la salud de los más vulnerables y recuerda que los vápers actúan como puerta de entrada al tabaquismo, triplicando las probabilidades de que los menores acaben consumiendo tabaco. Compartir la ensaimada con una nube de nicotina no es parte de la tradición cultural.
Yo abogo por una Ley Seca para alcohol y tabaco. Nada mejor que agua y aire limpio.