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Modelos de hipérbole

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Estamos en tiempos hiperbólicos, y en un país tradicionalmente adicto a la hipérbole, donde por cuestiones culturales no basta exagerar para que te entiendan, es preciso engarzar hipérboles, a cual más delirante, como si fuesen oraciones subordinadas. Por definición, en el arte de la hipérbole no hay límites, y si no puedes transformar una hormiga en una ballena con tres palabras, más vale que no lo intentes, porque no hay nada más tonto que un hiperbólico dubitativo y timorato, que se corta por temor a llegar demasiado lejos. No existe ese demasiado lejos en la narrativa hiperbólica, y si te frenas te quedas sin relato. Sin lo que hoy se entiende por relato, que es algo muy hiperbólico y no apto para pusilánimes.

He aquí algunos tipos de hipérbole, aprovechando que con los sucesos de la Vuelta a España los hemos visto de casi todas las modalidades, incluyendo hipérboles retóricas tales como enumeraciones hiperbólicas, símiles desmesurados (Sánchez pasó de capo mafioso a terrorista de Hamás, en lo que sería doble hipérbole), sinécdoques a mogollón, donde cada comentarista era la voz de España, antítesis hiperbólicas, etc. Por supuesto, también la conocida hipérbole admonitoria, reiterando que no hay que mezclar la política con el deporte, siendo así que son inseparables como prueba la exagerada abundancia de himnos y banderas en pruebas deportivas. Hipérbole patriótica, sería esta modalidad.

Cuando Feijóo aseguró que la Vuelta es la Marca España, y las protestas un atentado contra ella, añadió la variante de marketing hiperbólico, que ya es el colmo de la hipérbole patriótica. Estamos hablando de la mayor atrocidad del siglo, televisada a diario, y este hombre solo piensa en la marca España. Y nos quiere gobernar. La señora Ayuso, maestra indiscutible de la hipérbole, aportó una modalidad más actual. La hipérbole audiovisual. Se fotografió y salió en un telediario con ciclistas del equipo Israel. De milagro no les colgó la Medalla Internacional de la Comunidad de Madrid, como a Milei. No, esto que acabo de decir no es una hipérbole. Es el pan nuestro de cada día, sin exagerar. Pero si quieren hacerlo, no se amilanen. El arte de la hipérbole no tiene límites.

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