El pasado viernes, 12 de septiembre, en Mahón, una valla publicitaria contratada por Vox exhibía un panel con dos mensajes y una imagen. Los mensajes eran «¿Qué España quieres?» y «Nosotros lo tenemos claro». La imagen era de dos mujeres, una cubierta con un niqab y la otra con el pelo suelto y camiseta de tirantes.
El propósito del panel es obvio a cualquier persona de buena voluntad: estimular la reflexión sobre las bondades de nuestra cultura occidental con las mujeres y el precio de reemplazarla por la que representa la inmigración procedente de países de religión musulmana. Se puede argumentar que la reflexión fastidia, que el mensaje es fuerte, que la imagen molesta, pero ¿dónde está el odio?
No lo hay, se mire por donde se mire. Sin embargo, la sola presencia de la pancarta desató la polémica: acusaciones de racismo, odio, xenofobia y denuncias. Como remate, unos cobardes vandalizaron el cartel con pintura en menos de 24 horas. La polémica ha destilado odio (ahora sí) en abundancia, porque, oh gran hipocresía, contra Vox todo vale.
Hechos similares se han repetido decenas de veces por toda España con motivo de diferentes campañas. Y uno se pregunta: ¿cuándo ha atacado Vox opiniones opuestas vandalizando carteles? ¿Cuándo ha levantado Vox la voz en contra de la libertad de expresión de los que piensan distinto? ¿Cuándo ha usado la violencia para imponer sus ideas? ¿Por ejemplo, cuándo ha tirado Vox una piedra a un adversario?¿Cuándo ha querido imponer sus ideas a la fuerza? No lo han visto ni lo verán nunca.
1- Vox no es racista. Racismo es sostener la superioridad de una raza frente a las demás. El cartel no compara razas ni personas, todas ellas poseedoras de la misma dignidad. Con base en la vestimenta, el cartel señala una diferencia importante entre dos sociedades, la occidental fundamentada ampliamente en el cristianismo, y la musulmana. En esta última, el código de vestimenta implica en muchos países la obligatoriedad del uso de velo, lo cual, en una mayoría de situaciones, es un signo de opresión y sometimiento. Vox rechaza prácticas, mensajes y discursos, civiles y religiosos, que promuevan o justifiquen humillar a la mujer o ejercer contra ellas cualquier tipo de violencia.
2- Vox no es xenófobo. Xenofobia es aversión a los extranjeros y, para empezar, Vox tiene un secretario general de ascendencia africana. Vox acoge con los brazos abiertos a los extranjeros y cualquier inmigración legal en general, la que viene para establecer aquí su residencia habitual, con permisos y documentos para ingresar y permanecer de forma autorizada, apreciando nuestra cultura, dispuesta a pagar impuestos y contribuir, con igualdad de derechos y deberes, al progreso de España.
3- Vox no es antifeminista. El feminismo real promueve la igualdad de género y la erradicación de la discriminación y violencia contra las mujeres, de modo que Vox puede ser el partido más feminista del espectro político. Primero, Vox opina que hombres y mujeres no somos enemigos; luego, propone aumentar las penas a los violadores, incluyendo la prisión permanente e identificar a los violadores y pederastas cuyas penas han sido reducidas por la ley del «solo sí es sí». Vox propone también incentivos fiscales para nuevas formas de conciliación personal, familiar y laboral, así como alentar a las empresas a que contraten a nuevas madres.
Aunque ese no fue el enfoque de la valla publicitaria, el ideario de Vox rechaza, sí, la inmigración ilegal, la que trae inseguridad y delincuencia desestabilizando la convivencia, la que no viene a trabajar sino a vivir de ayudas sociales que a veces no reciben ni los propios españoles. Nos dicen que muchos huyen de las guerras y sabemos que eso es una gran mentira.
Vienen porque existe una red de organizaciones no gubernamentales que viven de la inmigración ilegal, incluso abusando de los propios inmigrantes, que acuden por el famoso ‘efecto llamada’ convencidos de que aquí ‘atamos los perros con longanizas’. Vienen porque nuestros gobernantes pretenden también el cambio de modelo de sociedad europea, lo cual exige su descristianización. Vienen porque ningún país de su misma religión es tan atractivo como nuestra sociedad. Vienen, en fin, porque su entrada interesa tanto al partido en el gobierno –votos– como a los dirigentes islamistas que quieren islamizar Europa.