Comencé a bailar con nueve años, cuando mi hermano mayor se hizo novio de una rubia oxigenada, con cintura de avispa y cara risueña. Yo les hacía de ‘carabina’, porque en los años cincuenta los novios no podían ir solos, así que me llevaban a mí para cubrir las apariencias. Cuando mi futura cuñada se cansaba de bailar, mi hermano me enseñaba a mí, porque él no se cansaba nunca; así me metió el gusanillo, y ya no he parado de bailar. Luego cuando Santiago y Toñi Vidal se casaron, mi segundo hermano también tuvo novia; y pasaba lo mismo, yo les acompañaba a todas partes; también les gustaba el baile... y yo empecé a bailar con otros chicos a los trece años, así hasta los veintiséis, que me casé; por supuesto a mi marido y padre de mis dos hijos, le conocí en un baile de verano, en Sant Climent.
Con mis hijos pequeños fue la época que pude bailar menos, pero en cuanto crecieron me escapaba a bailar. Con el tiempo tuve otras parejas, y siempre me importaba mucho que supieran bailar. Hace ya unos 20 años conocí a mi actual marido... y me confesó tarde que no sabía bailar... Pero él me merecía la pena, y cuando se dio cuenta de lo mucho que me gustaba a mí, decidió tomar unas clases. Al principio me decía «esto no es lo mío». Pero un día descubrió a Juan Reinés en Punta Prima... y empezó a dejarse llevar por su música; llegó a gustarle tanto, que me decía: «Cómo he podido vivir tantos años sin bailar». Hemos bailado mucho, los veranos en hoteles, donde fuera que hubiera buena música para bailar. Estos últimos años, en los clubs de jubilados. Y los veranos en Cala en Porter, en el Bar Pons. ¡Qué maravilla! Bailar es el deporte más sano que hay, tanto para el cuerpo, como para el alma; la mente consigue olvidar los problemas por un rato, porque mientras bailas no piensas, tan solo disfrutas. En los bailes de salón las mujeres somos mansas, nos dejamos llevar plenamente por los hombres; nos gusta que su brazo nos rodee la cintura, mientras su mano izquierda nos coge nuestra derecha. Si tu pareja baila bien, a veces cierras los ojos y podrás tener la sensación de estar volando por encima de las nubes. Es algo increíble. Lo curioso es que siempre nos encontramos las mismas parejas. Por suerte hay gente de mediana edad que ha querido aprender y tomando clases y practicando han conseguido bailar muy bien. Hace unos años me enteré que una señora había muerto bailando en un hotel de Ciutadella; y dije es una buena forma de morir, quisiera que a mí me pasara igual. ¡Danzar! ¡Danzar! ¡Danzar! Hasta morir.