Algo más delgada pero radiante, así ha reaparecido la actriz Silvia Abascal ante los periodistas después de sufrir un ictus hace dos años, durante la clausura del Festival de Cine de Málaga. Ha escrito un libro, «Todo un viaje», pero no le gustaría «rodar una película» sobre si misma, ha explicado hoy.
El cine le permite transformarse en distintos personajes y esa es la razón por la que ama su profesión. «Para ser yo misma ya tengo todos los días de mi vida», ha dicho con la dulzura que la define.
Una docena de medios se han congregado hoy para dar fe del proceso de recuperación de la madrileña, quien ha deslumbrado con un vestido palabra de honor y altos tacones de terciopelo azul, durante la presentación de un cortometraje para «Rochas» en el que la actriz interpreta varios momentos «mágicos» de la Navidad.
Se siente «feliz» y está recuperando la sensibilidad en sus oídos, así que tarde o temprano espera volver a su lugar, los escenarios.
«El humor, el cariño del público y la familia» han sido los motores de su mejoría física, aunque todavía no puede desempeñar su rutina con total normalidad, debido al daño cerebral que le provocó el ictus que le cambió la vida, «pero no los valores ni la ilusión».
Varios proyectos se le amontonan ya encima de la mesa, aunque se lo toma con calma. Su primer libro, «Todo un viaje» (Temas de hoy), le ha descubierto la vocación literaria, así que piensa seguir escribiendo cortos y narraciones «como terapia y afición».
El relato de su historia y su experiencia con la enfermedad no pretenden ser «un ejemplo para nadie», solo el testimonio de una mujer que ha sufrido «como miles de personas anónimas lo hacen cada día».
La artista es un ejemplo de compromiso, ya que a la hora de pedir un deseo para el año nuevo lo hace pensando en todos, sobre todo en la gente humilde: «Salud para todas las personas», ha dicho.
Las altas esferas, según ella, son siempre «las más beneficiadas en todo», y las que restringen al resto de ciudadanos un derecho «tan fundamental» como el acceso a la cultura. «Un pueblo sin cultura es un pueblo dormido», ha manifestado con determinación.