La sauna ha sido utilizada durante siglos por diversas culturas, pero en los últimos años ha ganado especial atención por sus posibles beneficios para la salud. Según investigaciones recientes, las sesiones regulares de sauna pueden tener efectos positivos en la salud cardiovascular y respiratoria. ¿Pero son realmente tan beneficiosas como se dice?
El calor intenso de una sauna provoca una dilatación de los vasos sanguíneos y un aumento del flujo sanguíneo, lo que puede mejorar la función cardiovascular. Estudios han demostrado que las personas que utilizan la sauna de manera frecuente tienen un menor riesgo de sufrir enfermedades cardíacas. En particular, un estudio publicado en la revista JAMA Internal Medicine encontró que los hombres que usaban la sauna de cuatro a siete veces por semana redujeron su riesgo de muerte por enfermedades cardiovasculares en un 50%. El calor no solo ayuda a relajar los músculos, sino que también contribuye a reducir la presión arterial, algo especialmente beneficioso para quienes padecen hipertensión.
Otro de los beneficios destacados de las saunas está relacionado con la salud pulmonar. El ambiente cálido y seco puede mejorar la función pulmonar en personas con afecciones respiratorias como el asma y la bronquitis. La sauna facilita la apertura de las vías respiratorias, aliviando la congestión y mejorando la capacidad pulmonar. En particular, los estudios han señalado que las saunas pueden ser útiles para reducir los síntomas de enfermedades respiratorias crónicas.
Sin embargo, no todo son ventajas. Aunque las saunas pueden ser seguras para la mayoría de las personas, no están exentas de riesgos. El calor extremo puede ser peligroso para aquellos con condiciones médicas como enfermedades del corazón no controladas, presión arterial baja o antecedentes de deshidratación. Por ello, es recomendable que cualquier persona con problemas de salud consulte a un médico antes de incorporar las saunas en su rutina.