La ficha
Lugar y año de nacimiento: Palma (por circunstancias familiares), el 12 de junio de 1984.
Formación: Licenciada en Biología por la UIB, máster en Neurociencias. Postgraduada en Cultura de la paz, cohesión social y diálogo intercultural; y especialista en agua, saneamiento e higiene en cooperación internacional.
Vive en: Bhubaneswar, ciudad de templos en India
Qué motiva sus viajes: Sus pasos están motivados por el deseo de ser actriz de cambio para un mundo mejor.
Otros países visitados: No es ni mucho menos una principiante. Siendo adolescente realizó un curso de Bachiller en Denver (EEUU). Una beca Leonardo da Vinci la llevó a Escocia. Entre octubre de 2017 y junio de 2018 trabajó como voluntaria con distintas ONGs en Bolivia.
El voluntariado es el motor que mueve actualmente la vida de Andrea Cardona Rossinyol. No hay medias tintas cuando te embarcas en un proyecto de cooperación internacional como el que ha llevado a Andrea Cardona Rossinyol a India. Esta bióloga, alaiorense por sus lazos familiares, siempre estuvo comprometida con la ayuda a los demás. Cree firmemente en ese eslogan de ‘piensa globalmente, actúa localmente', y por eso volcó desde bien joven sus inquietudes en organizaciones de voluntariado de Balears. Andrea defiende que «podemos ser agentes de cambio desde casa» y su lema, escrito en la taza con la que desayuna por las mañanas, deja bien claro que ‘los grandes cambios empiezan por algo pequeño'. Un buen día se dieron las circunstancias favorables para aplicar sus ganas de ayudar en otros lugares más lejanos. Empezó en Bolivia y actualmente Andrea es voluntaria en Bhubaneswar, India, con el programa europeo EU Aid Volunteers para Proyectos de Agua, Saneamiento e Higiene. Lleva medio año sobre el terreno y planea extender su estancia hasta finales de abril.
Trabajaba en un laboratorio cuando dejó su posición profesional por ser voluntaria ¿qué le impulso a ese cambio?
—Siempre había tenido inquietud por la cooperación internacional, era algo para lo que me había estado formando, pero nunca encontraba el momento adecuado. A los 33 años las circunstancias fueron favorables y tomé la decisión. En ese momento trabajaba en Labo'Life España, un laboratorio farmacéutico de microinmunoterapia en Consell, Mallorca. De hecho cuando decidí que haría el voluntariado no sabía que me iban a ofrecer un ascenso, pero eso no me hizo cambiar de idea, seguí adelante con mi ilusión, que es precisamente lo que estoy haciendo ahora.
¿Qué significa para usted el voluntariado?
—Es una filosofía de vida, hacer cosas por otra gente sin más recompensa que la satisfacción de estar ayudando a alguien. Desde hace años me impliqué en voluntariados locales (Médicos del Mundo, Paraula, también como miembro de la comisión ética de la Plataforma del Voluntariat de les Illes Balears entre 2015 y 2017). Creo que todos podemos ser agentes de cambio desde casa, no hace falta irse a la otra punta del mundo para que nuestras acciones tengan un impacto global. Además soy una persona a la que le gusta viajar, abrirse y conocer otros mundos y culturas.
¿En qué consiste el EU Aid Volunteers?
—Es una iniciativa de la Dirección General de Protección Civil y Ayuda Humanitaria de la Unión Europea. El proceso de selección es largo y exigente. Primero postulas a la plaza y si te preseleccionan tiene que pasar una formación con la Comisión Europea. Son una serie de módulos online y formación profesional de unas dos semanas, en mi caso fue en Bélgica. Allí se decide si eres apto. Y finalmente la organización europea que te manda y la local que te recibe hacen la selección final, que en mi caso son la ADICE y OSVSWA respectivamente.
¿Como voluntaria cuál es su trabajo?
—Mi plaza es para proyectos WASH, esto es, de agua, saneamiento e higiene. De hecho al regresar de Bolivia cursé un postgrado de especialización en esa materia. Es una temática de relevancia mundial, ya que el derecho al agua y al saneamiento fue reconocido en 2010 por la ONU y es uno de los 17 objetivos de Desarrollo Sostenible incluidos en la Agenda 2030 aprobada globalmente en 2015 por la ONU. Yo básicamente me dedico a formular propuestas de proyectos y presentarlas a diferentes convocatorias para conseguir financiación.
¿Qué situación se ha encontrado?
—Bhubaneswar pertenece a uno de los estados más pobres de India, Odisha, muy tradicional y rural. Pero hay que resaltar que en 2014 se lanzó una gran campaña nacional Swachh Bharat Mission para ‘limpiar' India y conseguir ser un país sin defecación al aire libre. Se han construido más de cien millones de baños y se ha avanzado en ese objetivo, aunque aún queda camino por recorrer. No es suficiente tener las infraestructuras sino que es necesario un cambio de comportamiento, para que estas se usen y se mantengan, y es ahí donde también trabajamos nosotros.
¿Qué proyectos llevan a cabo?
—El último gran proyecto de OSVSWA, Proyecto Nirmal, ha sido financiado por la Bill & Melinda Gates Foundation y Arghyam (fundación pública india), en colaboración con otras organizaciones e instituciones. Ha proporcionado un modelo de planta de tratamiento de lodos fecales para ciudades medianas, de unos 50.000 habitantes. Se han construido dos plantas, una en la ciudad de Dhenkanal y otra en Angul. Este proyecto asegura un saneamiento seguro y eficiente ya que el agua saliente se utiliza para el riego y la materia sólida seca, como fertilizante. Otros proyectos que realizamos se enfocan en la construcción y gestión de baños comunitarios en suburbios de ciudades o zonas rurales; también en la sensibilización en los colegios sobre el lavado de manos y la higiene.
¿Está satisfecha con la tarea que desempeña?
—Estoy realizando un trabajo más de oficina, es muy necesario porque las ONGs requieren esa financiación para los proyectos. Aunque es cierto que echo en falta estar más en contacto con los beneficiarios, sobre el terreno. He tenido que afrontar muchas frustraciones, que también son fuente de aprendizaje, por querer cambiar las cosas y mejorar el trabajo que se hace. Me siento responsable de los recursos económicos que la ciudadanía europea está aportando y se están invirtiendo en esta iniciativa para mejorar la vida de personas necesitadas.
A veces esa cooperación despierta recelos ¿qué diría para tranquilizar al contribuyente?
—Que es muy necesaria, que desde hace años se han desarrollado iniciativas para mejorar la calidad de la cooperación y hay muchas organizaciones y personas haciendo buenos trabajos y logrando buenos resultados. Si bien no debemos dejar de ser críticos, tampoco dejemos de ser solidarios comprometidos.
¿Acepta bien la gente local la presencia de la ONG? ¿Cómo es trabajar con una cultura tan diferente?
—Sí, aquí es algo muy normal la presencia de las ONGs. Sobre el trabajo en un país con una cultura, lengua y costumbres tan distintas a las nuestras, para mí uno de los retos es la comunicación. Entender y hacerte entender, aprender el lenguaje no verbal de los locales, aceptar la diferencia de valores, la diferente concepción del tiempo y gestionar las diferentes formas de trabajar. Me he encontrado con una cultura de jerarquías muy marcadas que no han facilitado mi labor precisamente; el hecho de ser extranjera y además mujer, no siempre se acepta con naturalidad. Aunque puedo decir que en muchas otras ocasiones me he sentido respetada y muy bien tratada.
¿Recuerda cómo fue su llegada a India, su impresión?
—Cuando llegué era la época postmonzónica, calor, muy húmedo y ¡mosquitos!; tuve que pasar un periodo de adaptación: un sitio nuevo, gente nueva, comunicarte en inglés, la comida muy especiada, algún problemilla estomacal..., pero al cabo del tiempo ya vas encontrando tu equilibrio. Estaba expectante y mentalizada para encontrar algo muy diferente, por lo que me habían contado. Si bien India es caótica, ruidosa y sucia, el shock no fue tal, ya que la región en la que estoy es más tranquila.
¿Cómo es Bhubaneswar?
— Fue la primera ciudad india elegida en 2016 para ser Smart City. Se trabaja en mejorar la planificación urbana, y ya dispone de un buen servicio de transporte público de bus y bici. Es una ciudad moderna con cierta oferta cultural, con mucha vegetación y parques que son como burbujas de evasión del caos que existe fuera. Es la capital del estado de Odisha, es un estado con 42 millones de habitantes, rico en cultura, con muchas lenguas (la principal es el oriya), tribus, paisajes, biodiversidad y recursos. Y aquí, como en toda India, que tiene unos 1.300 millones de habitantes, existen muchas diferencias; podemos encontrar mucha riqueza y la más profunda pobreza.
Su vida cotidiana ¿cómo transcurre?
—Aparte del trabajo de oficina realizo algunas visitas y salidas de campo. A veces por la mañana hago un poco de ejercicio o yoga antes de ir al trabajo. Y cuando termino algunos días voy a caminar, hago la compra o quedo con alguien para ir a tomar algo. Descanso en casa, leo, preparo la cena, charlo con mi compañera..., esa es mi actividad normal. Y los fines de semana aprovecho para hacer alguna salida más larga y visitar algún lugar de interés; también para comunicarme con la familia y amistades.
¿Cómo lleva su familia su vocación de voluntariado?
—Cuando dije que pedía una excedencia para ir a Bolivia no les gustó la idea, pero yo ya estaba decidida. Mis padres luego vieron que era feliz y que lo que hacía ayudaba a mejorar la vida de otras personas. Se quedaron más tranquilos y se alegraron. Esta vez mi voluntariado en India ya lo han aceptado de manera más natural (sonríe), ¡y hasta han aprovechado para venir a verme y hacer turismo!